Columna


¡Échale carbón!

EDUARDO GARCÍA MARTÍNEZ

18 de abril de 2020 12:00 AM

La frase que encabeza esta columna es común en Cartagena y significa azuzar, estimular a alguien para que se anime a hacer algo que en circunstancias normales no haría. El carbón se echa por lo general a individuos de temperamento volátil para que cambien de humor y se conviertan en seres completamente diferentes a lo que son. El “carbón” puede estar basado en realidades, en chismes o en maldades que buscan determinados efectos. Puede ser sutil o abiertamente provocador y sus resultados imprevisibles.

Es común entre amistades y en materia de infidelidades encuentra uno de sus soportes más fuertes. En estos casos el carbonero busca a la presunta víctima del “cuerno” y le “echa carbón” hasta lograr convencerle de su humillante situación, que puede ser real o ficticia. Sin importar las consecuencias el carbonero siente placer en el proceso de hacer cambiar la conducta de quien recibe su carga de veneno.

Una historia de carbón puro sucedió años atrás en Cartagena e involucró a un exalcalde y a un empresario gastronómico afincado en la ciudad pero cachaco de nacimiento. El exalcalde, que también era docente universitario y ostentaba el cargo de secretario de Educación de Bolívar, mantenía un pleito con el empresario -que había llegado a los estrados judiciales- y le presagiaba fuertes pérdidas económicas. Miembro de la Peña Taurina, se encontró allá con amigos cercanos, amantes de los toros para tomarse unas sangrías.

No había calentado silla el también presidente de la Academia de la Historia de Cartagena cuando uno de los presentes, distinguido abogado litigante, lo “prendió al carbón” diciéndole que el tal cachaco lo iba a arruinar y que cómo así que un hombre brillante de la sociedad local se iba a dejar joder de un pobre advenedizo.

Eso bastó para que el ilustre cartagenero encolerizara, cambiara de color y saliera como una tromba a matar al cachaco. Lo encontró en su pizzería de Crespo y ahí mismo le disparó y dejó moribundo en el suelo. Sobrevivió de milagro y el flamante secretario de Educación también se salvó de agregar un denigrante título a su impresionante hoja de vida: el de criminal.

Ojo, que hay mucho carbonero suelto por ahí buscando meterle más fuego al fogón de Cartagena, en plena pandemia. Saben que el alcalde William Dau “suelta la piedra” rápido y quieren que muerda el anzuelo. ¡Cuidado!, el carbonero también puede brindar aplausos.

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