Columna


Ecos que se ahogan

CÉSAR PIÓN GONZÁLEZ

25 de julio de 2017 12:00 AM

Más de una veintena de veces he leído columnistas con buenos argumentos técnicos y jurídicos que advierten o denuncian posibles anomalías en el ejercicio político y administrativo en la ciudad. La responsabilidad de vigilar los recursos del Distrito constitucionalmente es, en primera instancia, de quienes tenemos por norma el control político y llevamos a la plenaria temas que arrojan grandes titulares, pero que se diluyen luego, dejando dudas y reafirmando que lo debatido en el Concejo no llega ‘a ningún pereira’.

Por qué los órganos como la Contraloría Distrital, Personería y algunas dependencias fiscales, no inician las respectivas investigaciones de oficio, surtiéndose situaciones como la Concesión Vial (administradora de los peajes urbanos), donde un error en el cobro por valorización se detecta mediante auditoria una década después.

Cartagena presupuestalmente no tiene, ni tendrá, recursos que nos ayuden a neutralizar la intolerancia, el hurto, el hambre, o el desempleo. Aprovechemos la coyuntura para examinar y modificar convenios con los concesionarios de servicios públicos, vías, explotación de monumentos, islas y las 57 instalaciones portuarias para mejorar el impacto social, y comprender que la ciudad solo se salva con la voluntad de todos; de lo contrario las páginas de los diarios continuarán cargadas de críticas y las palabras de los gobernantes serán solo intenciones.

Al recaudo de los peajes debe dársele destino específico para mejorar el entorno de los estratos 1 y 2, teniendo en cuenta que la vía al puerto es nacional, o sea, harina de otro costal. Con la legalización o el pago predial de las islas, habrá dinero para invertir en construir viviendas para las familias de alto riesgo. Sería un gran aporte incluir en el POT la plusvalía (zona norte) para los corregimientos vecinos, e impulsar el bachillerato turístico para mejorar oportunidades y lo haga más llamativo.

Otra iniciativa de impacto favorable, sería generar con la empresa privada productos turísticos como Mirador de la Popa, Ruta de manglares desde la Bodeguita, parque temático en Barú, nomenclaturas culturales del Centro Histórico, reconstruir como museos las naves que enfrentaron a los ingleses y piratas, y otras miles de ideas que solo requieren voluntad política y una comprensión social.

No innovar, quedarnos en la crítica, en el discurso sin propuestas, nos conduciría a seguir creciendo en la pobreza monetaria que es suficiente para “La correlación del 90% entre la pobreza y los índices de homicidios; las 5.061 familias en zonas de riesgo y que necesitan ser reubicadas y los 71.947 menores en edad escolar que están por fuera del sistema educativo”. Continuará la marcha sin reversa al estallido de la bomba social que se vislumbra con el enfrentamiento a la autoridad, toma de calles y corregimientos, intolerancia y agresión personal que hoy ocupan los primeros lugares. ¿Qué esperamos?
 

 

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