Resulta paradójico leer en la encuesta de percepción ciudadana de Cartagena Cómo Vamos, que tres de cada cuatro cartageneros están satisfechos con la educación que reciben los niños y jóvenes de 5 a 17 años, mientras que los resultados de las pruebas SABER indican que nuestras escuelas públicas están entre las de peor desempeño en el país.
En las pruebas SABER 11º, de 2017, la ciudad ocupa el puesto 59 entre 95 entes territoriales evaluados, dejando en evidencia los pobres resultados de nuestros bachilleres en las áreas de matemáticas y sociales. En los últimos años, 81% de los bachilleres obtuvo resultados entre bajos y medios, y sólo un colegio oficial está en el nivel ‘muy superior’.
Este y otros otros hechos se examinaron en el Foro de Educación organizado por la ANDI Cartagena, el pasado 22 de febrero, donde se discutió sobre cómo promover la calidad educativa en los próximos años.
En el foro los expertos atribuyeron esta “percepción” de los padres a la posibilidad que ahora tienen de matricular a sus hijos en una escuela y a los beneficios económicos que otorgan algunos programas del Estado, dejando de lado la calidad educativa, la formación de los docentes, las metodologías impartidas y el tipo de formación recibida por los niños y jóvenes. En este debate se identificó la necesidad de realizar estudios que indaguen a fondo las causas de la baja calidad educativa en escuelas públicas y privadas, para que los resultados permitan a la ciudadanía conocer el tipo de educación que reciben sus hijos y se construyan nuevos referentes de calidad.
Con una sociedad civil mejor informada se ejerce la presión social necesaria para que la escuela mejore condiciones y ambientes de aprendizaje para los estudiantes.
Los cambios que demanda el sistema educativo en Cartagena son urgentes. Estos dependen en gran medida de un gran consenso que se establezca entre las autoridades políticas, los organismos de control, el sector empresarial, la academia y la sociedad civil.
Aunque se haya convertido en un lugar común, la educación debe ser la prioridad y debe ser pensada en un plan maestro de educación, con prioridades y líneas estratégicas de acción para definir los recursos que se requieren, y enfocar los esfuerzos públicos y privados para mejorar la calidad educativa en las escuelas.
El plan debe impulsar programas para fortalecer cobertura, calidad, pertinencia y gestión educativa, y definir estrategias a mediano y largo plazo que sirvan para orientar la política educativa que convierta la educación en proyecto colectivo de desarrollo humano para superar la pobreza.
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