Columna


Educación pobre

ÓSCAR COLLAZOS

23 de noviembre de 2013 12:02 AM

Educación para pobres, educación para ricos. Parece una simplificación, pero el modelo educativo colombiano es estructuralmente elitista. El país desigual se ve también reflejado en el mapa de su educación y las encuestas lo señalan claramente.

Quienes salen de instituciones privadas de enseñanza básica, secundaria y superior de prestigio (proporcional casi siempre al precio de sus matrículas y a la procedencia social de sus estudiantes), tienen más posibilidades de ingresar a la élite del poder público y ocupar altos cargos en las empresas privadas.

Hace poco se reveló que el 87%  de los funcionarios en altos cargos públicos del gobierno nacional no solo son egresados de universidades privadas de Bogotá sino que el 54% lleva la marca académica de las universidades de los Andes y Pontificia Universidad Javeriana. Apenas el 12% tiene títulos del Externado y el Rosario. El 4% proviene de la Universidad Nacional.

El sistema de enseñanza colombiano, proyectado hacia las estructuras de poder del país, es marcadamente oligopólico. Aunque en los últimos años se ha estado registrando una movilidad social que ha lanzado al mercado laboral a una creciente clase media, el desequilibrio en los dos modelos de educación sigue siendo alarmante.

Hace un tiempo, mi esposa les pidió a dos estudiantes de grado 7 y 8 de una institución de enseñanza pública de Cartagena que señalaran la ubicación de la ciudad en el mapa de Colombia. Desconcertadas, las niñas buscaron con la mirada hacia el trapecio amazónico. Trató de orientarlas, recordándoles que Cartagena quedaba a la orilla del mar de Caribe. Finalmente, de chiripa, dieron con la ubicación. Intrigado por el ejercicio, le pregunté a la de grado 8 si en su colegio estudiaban inglés. Me dijo que sí, aunque “la seño” nunca iba a clases, pero que ella sabía que “gutmornin” era buenos días.

Pese a las admirables excepciones de jóvenes que se sobreponen a estas circunstancias, la combinación de familia/ escuela que pone los cimientos a nuestra educación, es menos consistente entre estudiantes de instituciones públicas. Esto se ve, por ejemplo, en el desequilibrio que arrastran desde la escuela hacia la educación superior. No se trata de des-enriquecer la enseñanza privada sino de des-empobrecer en todo sentido la pública.

Las reglas del mercado laboral, con su ferocidad competitiva, prolongan este régimen de privilegios, insano para el futuro de la democracia y la paz social. No se trata de coeficientes de inteligencia sino de las circunstancias y del entorno social y ambiental, de la capacitación de los docentes y de las condiciones materiales y culturales en que los jóvenes hacen el tránsito diario entre el hogar y la escuela. 

*Escritor

collazos_oscar@yahoo.es

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS