Mucho se dice de la naturaleza y entre lo recurrente aparece siempre “El árbol”, con su imponencia y ramajes, nos nutre cada día de riquezas espirituales, físicas e indescriptibles, sin embargo, parece que poco a poco nuestra memoria se oxida, padecemos de amnesias reiterativas y dejamos de lado la importancia real de lo que representa en la vida de los seres humanos. Si hacemos el símil, nosotros somos como un árbol, de tronco erguido, en busca de la luz del día para revitalizarnos y tener la sensación de libertad cuando abrimos nuestros brazos como ramajes al vaivén de la brisa, somos ese árbol que cobija a muchas personas que están a nuestro cargo o nos buscan para regocijarte con nuestros abrazos bajo la serenidad del ocaso en días de pesadumbre. Entre algunos refranes este “El que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija” es un refrán español, en este sentido, se considera un buen árbol aquel de raíces profundas y de copa frondosa que dará “buena sombra”. “Quien planta tamarindos no cosecha tamarindos”; esto es porque este árbol tarda muchos años para dar frutos por primera vez. Una vez, un muchacho encontró a un anciano campesino plantando tamarindos y le preguntó que para qué estaba sembrándolos si jamás vería sus frutos, el anciano contestó, no me importa, para que otros disfruten de ellos. Los invito a que repensemos en este calentamiento global, en la tala indiscriminada de árboles, la destrucción de mangles y en la indiferencia que manejamos hacia la naturaleza. Encontré unos versos en Google sobre el árbol “Mi madre y yo lo plantamos/ en el límite del patio, / donde termina la casa. / Fue mi padre quien lo trajo/ yo tenía cinco años/ y él apenas una rama. / Mi árbol brotó, mi infancia pasó, / hoy bajo su sombra que tanto creció, / tenemos recuerdos mi árbol y yo”. Me hizo volver a mi infancia que giró en torno al patio, a los árboles frutales, a las mejores aventuras cuando me columpiaba en una tabla sostenida por dos cuerdas atadas a una rama del árbol de mango, mi impulso iba y venía hasta tocar las nubes en ese juego de un bosque encantado. Los árboles absorben los olores y gases contaminantes y filtran las partículas contaminantes del aire, atrapándolas en sus hojas y corteza. Los árboles reducen la violencia. Se ha demostrado que los vecindarios y hogares que no tienen plantas o árboles tienen una mayor incidencia de violencia dentro y fuera del hogar que los vecindarios más verdes. Los árboles y plantas ayudan a reducir el nivel de temor. Los árboles marcan las estaciones del año ¿Es invierno, primavera, verano u otoño? Observa los árboles y piensa ¿Cuáles son los beneficios que te proporciona? ¡No más destrucción, somos vida!
*Escritora.
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