Columna


El arte de Ruby Rumié

CRISTO GARCÍA TAPIA

09 de febrero de 2017 12:00 AM

De cuanto en mayor extensión convendría ocuparse el arte en sus múltiples, dialécticas expresiones; en su asunción del ser y el acontecer de la sociedad contemporánea y del individuo que la conforma y reproduce como colectivo humano, debería ser en servir de instrumento para provocar rupturas que penetren las lastimaduras de una y otro.

Y dejen al descubierto cuanto tienen de putrefactas y contagiosas de derechos inalienables del ser; de la dignidad y la convivencia entre humanos estigmatizados por sus condición racial y social; de organismos carcomidos por la desigualdad y la inequidad; por la indiferencia.

Desde luego y bajo circunstancia alguna, sin sacrificar, ni omitir, ni dejar de lado, o pasar a un segundo plano, esa condición determinante del e inherente al arte: la estética, cuya expresión natural es la forma, el signo, la representación, significando con ello los diversos, múltiples, confluyentes, aspectos que tal entraña y define, y su relación intrínseca con el concepto que en ella habrá de concretar el artista.

Es de creer por tanto que la militancia ideológica, la praxis política, la disidencia o el compromiso definido por una causa, escuela, movimiento o tendencia en el arte, no sean razones válidas para que las artes plásticas, la literatura, las artes escénicas, entre las más, se sustraigan de su deber ser estético, a la vez que asumen el de desentrañar lo feo de la sociedad.

En eso y de eso, se debe “meter” y “ensuciar” la plástica nacional; poner a prueba de lo sucio, lo feo, lo incorrectamente bello según el canon, lo estético; darle matices sociales, políticos; que alteren el concepto “solido”, inmóvil, que la caracteriza; darle valor, luz, a la monotonía; revocar todo ese universo falaz que la coopta.

Para mí, lego en estos laberintos de las plásticas, nacional y local, cuanto me deja sentir y decir, sin prevenciones ni afectaciones, la exposición Tejiendo calle, es que Ruby Rumié, artista plástica de Cartagena, anda en las coordenadas que bien pueden despertar, insurgir, provocar, convocar, subvertir, el concepto, las formas, el compromiso, y entiéndase por tal todo cuanto reivindique lo ancestral y marginal, la identidad arrinconada, lo humano estigmatizado y fragmentado social y racialmente, del arte contemporáneo en Cartagena y el Caribe, de suyo hibernando en la placidez de lo sólido desde los tiempos de ruptura de Grau, Cecilia Porras, Guerrero, Morales, Cogollo, y ¿?

Es tiempo de rupturas y compromisos, en su más vasta extensión, en lo estético, ético y lo político susceptible de expresarse por el arte, y así y no de ahora, lo asumió Ruby Rumié, desde la provocadora plástica contemporánea como signo indeleble de una modernidad de la que aún somos deudores, sobre todo en estas tierras a cuyo imaginario y representación a perpetuidad, parece que le basta y sobra Macondo.

*Poeta

@CristoGarciaTap

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