Columna


El despecho

CARLOS GUSTAVO MÉNDEZ

10 de abril de 2011 12:00 AM

CARLOS GUSTAVO MÉNDEZ

10 de abril de 2011 12:00 AM

Hace 15 días una mujer de 17 años de edad, que se ahorcó en Bogota, había dejado  una carta en donde decía que lo hacía por despecho amoroso. A este sentimiento que produce un dolor lacerante, en Colombia se le rinde culto, al punto de que existe un Rey del Despecho y en Pereira se realiza anualmente el Festival del Despecho.
Es un hecho notorio que el desamor produce dolor. Cientos de obras literarias, boleros, tangos, películas y obras de teatro están dedicadas a este trance, pero sólo hasta hace un mes se desvelaron las bases neurofisiológicas de este padecimiento grave, según un estudio que publicó una de las revistas científicas más prestigiosas del mundo, Proceedings of the National Academy of Sciences, cuyo título es “Social rejection shares somatosensory representations with physical pain”, en el cual se demuestra que el rechazo social o amoroso activa las mismas áreas cerebrales que el dolor físico.
Los investigadores probaron mediante exámenes de Resonancia Magnética Funcional que, tras una ruptura no deseada, ver una fotografía de la ex pareja desencadena en el cerebro el mismo efecto que un trauma físico. Estos resultados demuestran por que una “zafada” duele mucho y también el por qué de algunas conductas extrañas que siguen al despecho.  
En clave literaria se había descrito hace tiempo que el despecho es una de las pasiones mas infernales que atormentan al humano, superior a los celos, pues une a estos, que de por si son un “Monstruo Verde”, como lo definió Shakespeare en Otelo, el resentimiento y la orfandad desolada que produce la pérdida amorosa. El despecho genera odio.
La música sobre este tema es abundante y las letras son ásperas y tristes. Un bolero que dice “Te odio tanto que yo mismo me espanto por la forma de odiar” y la letra de “Rata de dos patas”, que expresa “infrahumano, espectro del infierno, maldita sabandija, cuánto daño me has hecho” y otras como “Corazón Partío” así lo ratifican, ya que describen el reconcomio de los despechados, quienes en ocasiones llegan al asesinato o se suicidan.
Estas letras cargadas de odio reflejan el dolor de la persona traicionada o desdeñada. Para acabar de agravar el asunto, se ha descubierto recientemente que el enamoramiento actúa como una droga y desarrolla en quienes lo padecen una adición hacia la pareja. En la fase aguda del embobamiento amoroso, si se le suprime la droga (o sea si su pareja se va), al despechado le sucede igual que a un drogadicto a quien le suprimen la droga, padece un síndrome de abstinencia, en este caso amoroso. Tras el golpe, el damnificado pasará por una fase de protesta y negación y después por etapa de rabia, ya que según los investigadores, los reguladores del amor y del odio están en la misma zona del cerebro y están relacionados.
El epílogo es que como no hay mal que dure cien años, en poco tiempo se sana la herida. En fin, parece ser, según los expertos, que ante un despecho, lo mejor es pasar el “mapolazo” a palo seco, o sea sin trago, porque este deprime; buscar ayuda profesional y saber que tarde o temprano, el “corazón partío” se recuperará y luego vendrá una etapa de indiferencia hacia la ex pareja (la antítesis del amor no es el odio, sino la indiferencia) y todo se resolverá.

*Directivo universitario. Miembro de la Academia de la Historia de Cartagena.

menrodster@gmail.com

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