En contextos donde lo amoral presume de inteligente, el resultado es una sociedad desquiciada y desenfrenada. En aquellos lugares donde el referente son un pandillero, un narcotraficante y microtraficante, un político corrupto, un empresario corrompido y en genera, un ciudadano licencioso, el resultado será un sistema social perturbado y anárquico. En esos lugares existe un arquetipo clientelar e individualista que solo les permite fijarse objetivos de triunfo egoísta en desmedro del triunfo de la sociedad.
En aquellos lugares donde la sabiduría es eclipsada y secuestrada en beneficio del inepto y del corrupto, el resultado será una sociedad desenfrenada y llena de tribulaciones. Los ciudadanos sufrirán de manera desprevenida toda clase de atropellos, entregándose a la indiferencia como único consuelo ante las depravaciones de inseguridad, homicidios, ejercicio clientelar y corrupto de sus gobernantes y dirigentes y como corolario la degradación extrema de la sociedad. Tratarán de ocultar sus traumatismos, propiciando sociedades aparentes temerosas de enfrentar su propia realidad. Se mirarán en su propio espejo y se encerrarán para aclimatar su degradación. Sus dirigentes perderán la capacidad para enfrentar los problemas y oportunidades sociales que se le presentan dejando de ser un lugar de oportunidades para potenciar sociedades fallidas.
En una sociedad desquiciada y desenfrenada, los antisociales y corruptos tienen su propio dios. Ellos utilizan la muletilla “de la mano de dios” para confundir. El pandillero, el fletero, el narcotraficante, el político corrupto; todos se encomiendan a él, para cometer sus atropellos sociales. Ese dios simulado que tienen estos individuos extractivos, les concede según su criterio desquiciado una amalgama de prerrogativas para abusar de la sociedad. Están capturados por una energía siniestra que les hace simular una realidad adaptable a sus pretensiones particulares.
El Dios verdadero no prescribe ese comportamiento. Los hombres de Dios están delineados para hacer triunfar a sus sociedades en su conjunto y con base en ello obran en consecuencia. Cuando el hombre se sale de esos mandamientos, empieza a caminar por caminos pedregosos, los cuales tendrán su recompensa. Los hombres de Dios están diseñados para vencer las tribulaciones que afectan a la sociedad, cuando las leyes e instituciones del hombre son inoperantes. Solo las leyes divinas son eficaces contra el desenfreno. Los justos recurren a la sabiduría divina. Le piden al Dios verdadero, que les acompañe a vencer a los ciudadanos desajustados que quieren hacer colapsar las sociedades.
*Investigador en Gobernanza
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