Columna


El juego

GABRIEL RODRÍGUEZ OSORIO

06 de agosto de 2018 12:00 AM

Uno se pregunta ¿qué fue lo que pretendió Juan Manuel Santos (JMS) con su extraño comportamiento político durante los ocho años de su gobierno? A quién representaba con esa manera de ser, que lo hace ver como un hombre que no es ni de izquierda ni de derecha, que no es ninguna de estas dos cosas, sino que es algo peor que esto: un anarquista.

JMS es el típico anarquista porque su motivación patológica, característica de los anarquistas, no es otra que la destrucción de un adversario, en este caso Álvaro Uribe Vélez (AUV). Que representa como nadie la autoridad y el orden del Estado. Y que pretende con su comportamiento hacerlo desaparecer a como dé lugar, a propinarle en su tenebroso juego un jaque mate.

Sebastián Faure (1858-1942), filósofo anarquista francés, dijo: “Cualquiera que niegue la autoridad y luche contra ella es un anarquista”. El anarquista pretende una sociedad, “sin amo ni soberano”. Y no hay nadie que represente mejor esta situación a combatir que AUV.

Pero donde se torna compleja esta filosofía política es cuando JMS la combina con el juego de póker, al que parece es muy propenso. JMS lo está jugando desde que tiene uso de razón y encontró propicio empezar a hacerlo con todo ahínco, como todo un verdadero reto para su gigantesca vanidad, y con todo el riesgo posible que eso implicaba, porque se enfrentaba a un combativo adversario, que encarna como nadie la suprema autoridad de un rey, AUV.  Con un único fin, derrotarlo a como dé lugar. Y para eso utilizó sin importarle un bledo a los 50 millones de colombianos, a los que no les importó en su demencia “llevarse en banda”, mientras le fueran útil para su macabro juego.

Por eso lo tiene sin cuidado perder el plebiscito, o tener tal vez la más baja aceptación de presidente alguno, o llenar el mundo de cocaína. JMS se ríe de eso y estoy seguro se va a dormir todas las noches con una estrepitosa carcajada, muy parecida a la del Guasón, el eterno enemigo de Batman.

En su perverso juego de poder utilizó peones llenos de odio como Iván Cepeda, alfiles muy peligrosos como la Corte Suprema de Justicia,  caballos estratégicos como el Comité Noruego del Nobel, y hasta una reina poderosa, como a su amigo el exministro británico Tony Blair. Pero JMS lleva consigo al peor de los vicios; la vanidad. Que no es otra cosa que la soberbia de creerse superior a todos, de creerse que es un ser privilegiado y único. Es tan vanidoso que le hizo poner a la biblioteca de la Armada el nombre de “Cadete Juan Manuel Santos”.

Pero al final del juego se encontró con un digno adversario, un combatiente difícil de vencer, quien lo derrotó, propinándole un contundente jaque mate; ganándole toda elección popular a la que se enfrentaron, y porque lo hace desaparecer para siempre de la escena política colombiana; convirtiéndolo a su vez en el hombre más odiado de todos los tiempos en Colombia.

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