Columna


El lío de las TIC

“Voz, imágenes y datos son estados eléctricos binarios (5v, 0v), transportados por ondas electromagnéticas de un espectro casi infinito de frecuencias a través del espacio”.

MIGUEL YANCES PEÑA

31 de diciembre de 2018 12:00 AM

Se tramita en el Congreso una nueva Ley que pretende servir de base para el advenimiento de nuevas tecnologías en el campo de las telecomunicaciones y la información.

Voz, imágenes y datos son estados eléctricos binarios (5v, 0v), transportados por ondas electromagnéticas de un espectro casi infinito de frecuencias a través del espacio, o de los diferentes tipos de cables, imposibles de diferenciar hasta que son convertidos a su estado original en el receptor. De ellas se dice que ‘mientras menos reguladas mejor’ porque al ser un sector tan dinámico, la sobrepasa rápidamente.

El gran dilema es qué tratamiento darles para no frenar el progreso intentando proteger lo que se obsoletiza. Recordemos que la telefonía móvil en buena hora obsoletizó y acabó con la fija, y con la larga distancia nacional; y que más tarde WhatsApp y el correo electrónico terminaron, además, con la larga distancia internacional y el correo de papeles. El mundo se convirtió, gracias a estas innovaciones, en un punto en el que todos nos tocamos.

Lo más reciente se está dando en contenidos como TV, música, cine, videos, noticias, libros, e información general y científica en la nube y al alcance de todos; y en plataformas globales que coordinan la prestación de servicios mundialmente locales, como Airbnb, Uber, InDrive y demás. El modelo de negocio de muchos sectores de la economía está cambiando, y el país se está quedando -cuando no las prohíbe- como mero receptor-usuario de estas tecnologías, porque entre otras, las poquísimas innovaciones criollas que se dan, se las trata de meter a la fuerza en la rígida legislación existente; o se las declara ilegal y se las persigue. Y como se puede ver en el caso de las telecomunicaciones, la solución no es tratar de preservar lo antiguo, gravando o prohibiendo lo novedoso (estaríamos en la época de Marconi); si no, dejárselo a las fuerzas del mercado.

El caso de la TV es el que más tierrero levanta. Se argumenta falazmente la pérdida de identidad cultural, como si ella misma no estuviera difundiendo culturas foráneas; y como si la internet y los servicios globales en la nube, no lo estuvieran haciendo con mayor intensidad. Es tan mala, y los noticieros (lo poco que sirve) están tan llenos de comerciales, que la gente prefiere las redes sociales o YouTube.

También se denuncia un tratamiento desigual e injusto al Ch-1, que sin serlo se denomina público, versus los privados. Pero si concebimos al transportador o carrier, y al creador de contenido, por separado, como dos mercados, se pueden establecer normas mínimas para operarlos sin distorsiones y sin frenar la innovación. La TV privada debería escindirse verticalmente para equiparase normativamente al Ch-1, y competir en el mercado doméstico e internacional, con los proveedores globales de contenido.

Que el nuevo año sea para todos, mucho mejor que el que termina.

*Ing. Electrónico, MBA.

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