Columna


El mundial machista y homofóbico

RICARDO TROTTI

23 de junio de 2018 12:00 AM

Los Mundiales traen más que fútbol. El de Sudáfrica elevó el racismo y los partidos amañados. El de Brasil desnudó corrupción profunda y poco “orden y progreso”, como reclama su bandera. Este de Rusia refleja el machismo, la misoginia y la homofobia que atraviesan cualquier cultura y disciplina.

Estos desvalores existieron en todos los mundiales, pero en Rusia se notan más por el nuevo contexto del movimiento #MeToo y una FIFA, que pese a su corrupción, desde hace años insiste en erradicar la discriminación y la homofobia, promocionando el “juego limpio” más allá de los estadios.

Recién comenzado el Mundial, la FIFA sancionó a México y a Serbia con 10 mil dólares por cantos homofóbicos. La Federación Mexicana defendió que el canto no es peyorativo sino “cultural”, pero la excusa es trivial luego de 10 sanciones por la misma causa.

La previa al Mundial ya había puesto nerviosos a gobiernos, embajadas y disparado las redes sociales, que reclaman mejor trato e igualdad de género. En Argentina la AFA dejó de imprimir un manual aconsejando a los hombres cómo seducir mujeres rusas; mientras que la fiesta de despedida de la selección mexicana tuvo los condimentos típicos de una despedida de soltero.

Acostumbrados a que el humor se tuerza hacia la burla y el bullying, según los memes en las redes sociales, varias cancillerías apagaron fuegos que pusieron en aprietos su imagen de país. La mayor parte, por videos virales con el habitual chiste de hacer repetir a las mujeres palabrotas en otros idiomas sin saber el significado.

Diputadas brasileñas gritaron furiosas contra “torcedores” de la verde amarela, que alrededor de una bella rusa le cantaban ofensas sexuales cuando ella sonreía creyendo que la cortejaban. Igual ocurrió con un hincha argentino, que por molestar a una quinceañera rusa, quizá no lo dejarán ir al estadio. Y el gobierno colombiano reprochó a unos fanáticos que se divirtieron con la misma mofa en contra de mujeres japonesas, exigiéndoles “no degradar a la mujer, insultar a otras culturas y al idioma”.

Más allá de los chistes fuera de lugar, el Mundial también sirve para reclamar por la discriminación de la mujer. El movimiento femenino iraní de “#OpenStadiums” fue a los partidos de su selección. Con pancartas diciendo “apoyen a las mujeres iraníes a entrar a los estadios”, desnudaron a una teocracia gobernante que justifica prohibir el derecho de una mujer a ir a juegos deportivos para protegerlas del “ambiente masculino”, cuando lo correcto sería limpiarlo”.

Este Mundial está lejos de la aspiración del papa Francisco de ser “una auténtica ocasión de encuentro y fraternidad”. Rusia nos deschava como sociedad y con nuestros vicios. Pero también nos empodera a rectificar conductas. Cada Mundial es otra oportunidad para mejorar, más allá del fútbol. Habrá que ver si seremos más dignos en Qatar y luego en el de México-EEUU-Canadá.

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