Cada año, en diciembre, al final de la temporada de lluvias, millones de animales habitantes del Parque de Serengueti, en Tanzania, toman rumbo hacia el norte. Van en busca de terrenos más fértiles, con abundante vegetación y agua.
Un largo recorrido que les llevará meses, hasta alcanzar, durante el verano, el Parque de Masái Mara, en Kenia.
La Gran Migración se repite cíclicamente cada temporada. La época seca marca la salida de más de un millón y medio de ñus, cebras, gacelas, que buscan lugares más prósperos para alimentarse.
En marzo alcanzarán el norte del Ngorongoro, donde tendrán que ingeniárselas para no acabar siendo el alimento de cientos de depredadores de la zona (leones, leopardos, hienas, etc.). Mientras un grupo de cebras pastan, a solo trescientos metros, los leones hacen la siesta, uno de ellos se despereza, y los demás lo siguen; de inmediato los monos aúllan, y una estridencia de gritos animales hace que las cebras se espanten y corran cinco kilómetros, donde vuelven a relajarse en grupos pequeños, gozando del pasto y de la compañía de otros miembros de la manada.
Ninguna cebra piensa: “El león se comió a fulanita o pudo haberme comido a mí; ¿será que el destino de mi vida es terminar en las fauces de un león?”; ellas viven el presente que les brinda la naturaleza, el delicioso pasto, y la compañía de sus congéneres, es lo que les permite soportar la adversidad sin enfermarse mentalmente. Los estudios de psicología animal han concluido, que las cebras a pesar de convivir con sus depredadores, no sufren de estrés postraumático, ni son neuróticas.
Los depredadores de hoy, en la selva de cemento, son nuestros semejantes, solo que tienen otro tipo de uñas y colmillos, y utilizan otra clase de emboscadas.
Aprender a vivir en el aquí y el ahora, no resulta fácil; el temor, el deseo y el miedo nos llevan a vivir en el futuro; la vergüenza, y la culpa, en el pasado, la discapacidad para vivir el presente, impone un excesivo gasto de energía a nuestro sistema nervioso; en ella encontraremos el origen de una gran parte de los trastornos mentales, y de muchas enfermedades médicas.
Cuenta una historia que el sabio Confucio animó a uno de sus discípulos a caminar por el bosque. Mientras el maestro paseaba distraídamente, silbando y observando los árboles y los pájaros con los que iba cruzándose por el camino, su acompañante parecía nervioso e inquieto. No tenía ni idea de adónde se dirigían.
Harto de esperar, finalmente el discípulo rompió su silencio y le preguntó: “¿A dónde vamos?”. Y Confucio, con una amable sonrisa en su rostro, le contestó: “Ya estamos”.
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