Columna


El río y el mar

LUIS ENRIQUE BORJA BARÓN

31 de diciembre de 2011 12:00 AM

LUIS ENRIQUE BORJA BARÓN

31 de diciembre de 2011 12:00 AM

¿Vías de Progreso? Ciertamente, pero…; ¿cuánto le ha costado al bolsillo de los colombianos permitirle a Barranquilla actuar como puerto marítimo y a Cartagena convertirse en puerto fluvial? Difícil saberlo, pero la suma es desmesuradamente grande comparándola con los beneficios recibidos. Los barranquilleros lo vienen logrando contra toda lógica, mientras los cartageneros arriesgan la destrucción de su puerto de mar natural y privilegiado, el mejor de Colombia.
Desde la tercera década del siglo pasado, Colombia viene invirtiendo sumas astronómicas para atender un capricho contra natura de los barranquilleros, mientras los cartageneros desde el siglo XVII vienen logrando que las aguas del Río Magdalena poco a poco inhabiliten su puerto, mientras dilatan la indispensable ampliación de su salida al mar con la complacencia de la Nación la cual, de cuando en vez, burlonamente la complace  con estudios inanes, cuyos costos sumados hubieran permitido solucionar la más urgente necesidad del puerto colombiano más importante en el Mar Caribe.
Parece que la primera tiene dolientes inquietos en la gran capital, léase políticos, mientras los de la segunda disfrutan, cual ilustres personajes con corbata y sin voz, los sabores de tan honorable y jugosa distinción.
Hablar del propósito de ciudad que anima a los barranquilleros es cosa sabida. Ya planean un gran súper puerto marítimo, cuyo acomodo la naturaleza y el tiempo permitió, oportunidad que aprovecharán sin importar los costos pues lograrán que la Nación los satisfaga. Si este puerto permite eliminar la inversión inmensa que hoy exige mantener la salida al mar del río Magdalena profunda, bienvenido el proyectado puerto marítimo barranquillero.
A Cartagena los efectos del nuevo puerto la deben inquietar, aunque ello dependerá de la calidad de la conexión futura que uno y otro tenga con el centro del país, sumada a las facilidades locales y portuarias que cada cual adicione. Desafortunadamente el apagón de liderazgo que sufre Cartagena desde el siglo XVIII, es una circunstancia que desde entonces viene aprovechando con éxito la vecina ciudad.
Causa tristeza que Cartagena se conforme con promesas y buenos propósitos de todos los gobiernos incluyendo el “de la Prosperidad”, confiada en que su locomotora arranque a sabiendas de que todas están varadas. Acostumbrada a rendir homenajes a ilustres personajes y a costosos técnicos que históricamente la alimentan de ilusiones, siempre los mismos con las mismas, carece de iniciativa, mientras sus representantes en la gran capital esperan que su silencio sea respetado pues la ciudad no está en su agenda y sus raizales siguen ausentes. ¿Cuánto más habrá que esperar?
Cartagena necesita que su Puerto prontamente permita el ingreso y maniobra de buques de última generación y que el Canal del Dique le suministre el agua dulce, elemento crítico desde su fundación, al igual que los servicios de supervivencia y movilidad para los habitantes de su zona de influencia, pero que nunca sea causa de sedimentación para su bahía.
Barranquilla seguirá siendo puerto fluvial, pero que la bahía de Cartagena no lo sea, es secundario y así lo demuestra la historia.

lubor149705@gmail.com

*Capitán (R) de la Armada Nacional y ex rector de la Universidad Tecnológica de Bolívar.

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