Columna


El síndrome Bieber

VANESSA ROSALES ALTAMAR

15 de enero de 2011 12:00 AM

VANESSA ROSALES ALTAMAR

15 de enero de 2011 12:00 AM

En el Upper East Side neoyorquino, en Hollywood y en miles de consultorios a través de todo Estados Unidos -recalcó Rob Haskell, el reportero de W-, se ha instalado este nuevo hábito: el uso demasiado prematuro de botox, implantes y rellenos. Haskell señaló: todos estos métodos, empleados en mujeres en sus veintitantos, tienen el singular efecto de hacer que mujeres jóvenes se vean...más viejas. La tendencia dicta, además, que al recurrir a un procedimiento de este tipo, para lucir bien hay que verse retocadas. No buscan, entonces, un efecto natural, fácil de camuflar, sino uno en que se note “me hice algo”. De allí que los labios se vean inflamados, los pómulos sospechosamente más altos de lo normal, los ojos extrañamente demasiado abiertos y el pelo pasadamente rubio, por ejemplo.
¿Cómo explicar que chicas apenas entrando en la segunda década recurran tan precozmente a artificios plásticos que, se pensaría, son para mujeres dos o tres veces mayores que ellas? Basta con echar un vistazo al panorama de las celebridades para entender por qué. Estas chicas, aún en su juventud, se enfrentan cada día más a la idolatría de la juventud. El rango de edad de las nuevas celebridades se reduce cada vez más: Zac Efron, Selena Gómez, Miley Cirus y Justin Bieber son los nuevos rostros de la celebridad norteamericana y por ende, de la celebridad global.
A mí, personalmente, Justin Bieber me da un poco de miedo. Lo encuentro excesivamente joven para llenar los zapatos de una súper estrella. Salir en la portada de Vanity Fair, atraer jugosísimas multitudes de muchachitas histéricas, ser objeto de flashes inclementes y facturar millones de dólares debe hacer mella en la evolución natural de un niño de 16 años. Si de por sí esa edad nos atosiga con efervescencias de hormonas y extravío, no quiero imaginar qué efectos sufrirá un ego adolescente, preso de una fama tan prematura. Hay que ver los resultados que arrojó en Britney Spears.
Por eso, que las chicas en Madison Avenue, ostenten rostros de cuarentonas depredadoras, no es extraño aunque sí bizarro. Desde los 80, con el estallido del “fitness”, el materialismo sin escarmiento, y la institucionalización de la cirugía plástica, es observable una reverencia absoluta a la juventud extrema. Hoy, a los 15 ó 16 años, un chicuelo puede ser multimillonario y, además, referencia de comportamiento.
En Colombia, nuestras tendencias cosméticas han sido cortesía del imperio del narcotráfico. Esa mujer redonda e inflada, con look de vaquera del trópico es, pese a todo, la norma en nuestros noticieros, eventos, revistas y calles.
Al final de cuentas, celebridad es, como decía Woody Allen en el film que lleva el mismo nombre, lo que una sociedad escoge celebrar. Hoy veneramos la pubertad, y en el afán desesperado por hacernos más jóvenes, nos hacemos “viejos”.

*Historiadora, periodista, escritora

rosalesaltamar@gmail.com
 

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