Columna


El síndrome del cuidador

ENRIQUE DEL RÍO GONZÁLEZ

23 de febrero de 2021 12:00 AM

El síndrome de carga del cuidador es aquel que padecen los encargados de la atención permanente de pacientes con alto deterioro cognitivo, emocional, motor y lingüístico; v.gr. los afectados por accidentes cerebrovascular o con Alzheimer. Se dice que el lazarillo sufre en demasía, ya que la dependencia casi absoluta del enfermo genera responsabilidades que desencadenan estrés, tristeza, depresión y ansiedad.

El cuidador absorbe toda la carga negativa, sobre todo el dolor por las circunstancias lamentables que soporta el achacoso; este último muchas veces no es consciente de lo que padece, pues se encuentra en un mundo paralelo o de fantasía donde experimenta síntomas depresivos, psicóticos, de apatía, irritabilidad, desinhibición, entre otros, que se clavan en el espíritu del custodio. En conclusión, sufre más quien tiene la conciencia despierta y es altamente sensible, quizá por aquello de que “ojos que no ven, corazón que no siente”.

En el plano político-social vivimos un fenómeno equivalente, de hecho, me ubiqué en un tema médico-psiquiátrico para lograr el símil. Veo a varios mandatarios como enfermos, pareciera que habitan un cosmos diferente, ilusorio; se comportan con total desapego de la realidad de nuestro país y actúan de manera irresponsable e irreflexiva, simplemente concentrados en sus egos y desatendiendo las problemáticas sociales, también son constantemente erráticos y usan reiterativamente formas inadecuadas e ilegales.

Entretanto la población, especialmente aquel sector consciente, sobrelleva con desconsuelo los desaciertos del líder; en mi juicio el pueblo representa al cuidador en la medida que protege, quiere y desea que el mandatario tenga éxito en su gestión, que será el de todos, pero al tiempo se mantiene en permanente zozobra por los tropezones que pueda tener.

El dirigente afectado deambula en una burbuja y no advierte sus yerros, se rodea de lagartos que propician siempre un comité de aplausos que exacerban la patología, es más, son parte de ella. Además, mientras es dueño del poder no avizora el problema, en su fantasía es intocable y perfecto, cuando la sociedad realista experimenta decepción, desesperanza y dolor al ver el panorama desolador.

Debemos elegir líderes saludables, que se encuentren anclados a la realidad, humildes, trabajadores y empáticos, que sepan discernir las problemáticas y busquen con especial sindéresis las soluciones. De no ser así, jamás dejaremos la condición de sociedad enferma que pretende la cura con el placebo que ofrece cada elección populista de dignidades, pero aquella sin una real democracia resulta ser la más urticante recidiva.

Posdata: Discúlpenme enfermos y cuidadores por la singular comparación.

*Abogado.

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