Así nos recuerda Alberto Cortez “Nuestro tiempo es valioso; pero no el de los demás; nuestro espacio, precioso; pero no el de lo demás. Nos pensamos pilotos del andar de los demás; donde estemos nosotros... que se frieguen los demás”. Al reconocer la humanidad del otro con todo lo que eso implica, debo encontrar las herramientas para ser corresponsable con el otro o los demás. Y se siguen suscitando polémicas, avisos urgentes, llamados de atención, para alertarnos y que de una vez por todas nos pellizquemos y hagamos un pare a la indiferencia, al cambio climático, a la desintegración de valores, al ‘me importauncarajismo’ y a través de ese Yo, olvidándonos del Tú, se siguen amasando las catástrofes y continuamos en un sinsentido arañando la vida para no descolgarnos abismalmente. Y el hombre en su afán de escalar por encima de la cabeza de quién sea, se lanza con sus verbos hacer, venir y gana, con el estribillo “Yo hago lo que se me venga en gana y a quién no le guste, que se coma un perro muerto”, porque se están aprovechando de unos términos mal entendidos, una cosa es la inclusión, la oportunidad de florecer, la necesidad de trabajar, la libertad de expresión; y otra muy diferente la irreverencia e irrespeto hacia el otro, porque todos tenemos una responsabilidad social. Y voy en un taxi y el conductor de 22 años aproximadamente, escucha vallenatos de los clásicos y me dice, “son historias de vida llenas de poesía, con sentimiento que le enseñan a uno a vivir en el respeto, a pesar de los amores y desamores, a pesar ausencias, lejanías o muertes, esto sí es letra (no se refería a la música), porque pegajoso sí es el ritmo del reggaetón, pero sus letras, su mensaje...”. Aquí quiero detenerme, no soy mojigata, y entiendo de cambios, de axiología, de peldaños, de transformaciones. Títulos al azar ‘Ponte en cuatro, La perra, Mi cachorra, Daga adicta’.
La lista es inmensa y sus letras no edifican, cada vez más la misma juventud por estar en la actualidad y en la realidad innegable que nos azota, no puede quedarse fuera de lugar y necesita hacerse notar, sentir, para así saber que está viva. Y mientras tanto esas letras están dejando a la mujer como si fuera un objeto no preciado, callejero, desparpajado, vulgar, poca cosa. Las canciones nos permiten reflexionar sobre cuestiones que antes de escucharlas no habíamos pensado nunca. Nuestra actitud y comportamiento se ven tal vez modificados por las propuestas de los músicos, por eso es importante repensar cuál es el mensaje que queremos llevarle a los demás, y más aún contextualizarse en una sociedad que se ha ido desvirtuando y desintegrando. Hay letras de canciones que aplastan y no edifican, debemos retomar en muchos aspectos los mensajes que arrojamos, en la música, en el cine, en las noticias, en las redes sociales, en la política y en el Yo, después de Ti.
*Escritora.
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