Columna


En tierra de ciegos...

CARMELO DUEÑAS CASTELL

28 de junio de 2017 12:00 AM

Nuestros ojos no lo ven todo. Generalmente ven lo que quieren ver. Para la muestra hago un pobre resumen de un hermoso cuento de Voltaire: Mesrur era tuerto de nacimiento. Era feliz por ser tuerto. El ojo faltante miraba lo malo de la vida mientras que su único ojo solo veía lo bueno. Vivía el momento, trabajaba en la mañana, comía y bebía en la tarde, gozaba la noche. Pobre, feo, tuerto y sucio, se enamoró perdidamente de una princesa. Un día la carroza de la princesa se desbocó e iba directo a un precipicio. El tuerto subió a la carroza y rescato a la joven. Esta, agradecida, atinó a decirle que “cuanto tengo es vuestro”. Melinade, así se llamaba la hermosa princesa, continuó su camino a pie, tropezaba y caía con frecuencia, pero no aceptó el brazo del mozo pues estaba muy sucio. Mesrur ya estaba atontado y medio loco por el bello rostro de Melinade. Pero, en uno de los traspiés, esta le enseñó, accidentalmente, lo más bello y prohibido de su cuerpo y allí fue Troya. Era más de lo que su pobre cerebro podía soportar. Mesrur enloqueció del todo, el amor cedió al deseo desbordado, la delicadeza fue reemplazada por la fuerza bruta y la hizo suya. Mesrur sabía que la dicha completa solo se logra cuando el objeto del amor retribuye el sentimiento; por ello suplicó a su profeta: “poderoso Mahoma, concédeme otro favor, ser a los ojos de Melinade lo que ella sería a mi ojo si fuera de día”.

Así fue, al abrir los ojos, la princesa vio a Mesrur transformado en un joven esbelto, bien vestido. Felices los dos entraron a un palacio donde, sentados a manteles, los atendieron como reyes. Todo era perfecto hasta cuando una criada arrojó agua por la ventana y esta fue a caer sobre un pobre borracho zarrapastroso. El crudo despertar del sueño de ebria felicidad etílica encontró a un Mesrur otra vez pobre, solitario y tuerto. Pero como con su ojo solo veía el lado bueno de las cosas, volvió a su miserable trabajo para conseguir el dinero que le permitiría recuperar a su hermosa Melinade así fuera temporalmente, en sueños y bajo los efluvios del alcohol.

Tengo para mí que nuestros dirigentes son también tuertos y beodos pero, el único ojo que poseen es tan selectivo que solo ven cosas buenas en sus actos, aún en los más bochornosos y cuestionables. Pero, cuando ven los actos de sus oponentes, en todos, solo ven maldad. Allí tienen a Uribe y a Santos, tras años de estúpidas discusiones mientras destruyen al país. Pero, lo peor es que han logrado dividirnos con un sectarismo ciego. Así, sus seguidores también están tuertos del mismo ojo.

Ustedes lo han visto, cualquier cosa que ocurra, desde el más grave hasta el más fatuo acto se convierte en una excusa para mostrar lo malo de la contraparte. Solo espero que esos tuertos algún día vean, como dijo Borges, ya ciego: pienso que si pudiera ver mi cara sabría quién soy en esta tarde rara”.

 

 

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