Columna


¿Escuchar para qué?

ENRIQUE DEL RÍO GONZÁLEZ

29 de noviembre de 2022 12:00 AM

“Habla de tal manera que otros amen escucharte. Escucha de tal manera que otros amen hablarte”. Anónimo.

La comunicación es un proceso trascendental de la vida humana a través del cual se ha logrado el nivel de civilidad individual y social que existe en la gran mayoría de los seres. No dudamos que las problemáticas que agobian a la sociedad en muchos casos encuentran explicación en la fractura de los diálogos adecuados, pues en el correcto hablar y escuchar está la clave de un buen hábito comunicativo y no me refiero a la elegancia y elocuencia, sino que voy más allá de las formas, justo a la esencia de la más pura dialéctica.

Cuando el emisor y el receptor se conectan mediante la palabra, el primero procura transmitir un mensaje, opinión o concepto y el segundo escucha con la finalidad de entender y comprender. Para ello es imperativo tener disposición en ambos polos, la que se alcanza siendo principalmente empáticos, entrando al universo del otro con respeto, sinceridad, humildad y paciencia. De esta manera los individuos dejan a un lado los preconceptos, egos, intereses y sesgos, alcanzando una conversación saludable en el marco de un escenario fluido y amoroso.

Habrá problema en esta dinámica dialéctica cuando los sujetos tratan de imponer sus ideas, ganar por ganar, despreciando sin ningún tipo de reflexión lo que el otro pueda manifestar y sentir. Estimo realmente importante el saber escuchar, hacerlo con atención y no con el fin preconcebido de rebatir, confutar o aplastar la idea ajena, sino, como lo dije, para empatizar con el otro y así sumar. En otras palabras, agregarle valor a la discusión para que concluya en algo valioso y productivo.

¿Cuándo adquiere valor un debate? Siempre que logre construir y aportar, pero fundamentando este ejercicio sobre las anclas de la verdad, la justicia y la equidad. Si a estos valores no nos conduce, entonces podríamos decir, sin duda, que hemos perdido el tiempo. Estos deben ser los pilares de la comunicación sincera y edificante.

Lastimosamente, muchas personas usan trampas en el proceso de interacción y apelan a las falacias, esas herramientas de engaño que aparentan validez para lograr persuadir y hacer reinar a la mentira, a las que Schopenhauer en su libro “dialéctica erística” denominó estratagemas, y que quizá garantizan el éxito de un debate, pero también aseguran el triunfo de la farsa.

Debemos escuchar no para contrapuntear, sino para crear dentro de la rectitud, tal como lo referencia una reiterada frase cuyo autor desconozco “la tolerancia empieza por escuchar para entender, no para contestar”. Es ineludible despojarnos del egoísmo y la prepotencia que supone la necesidad absurda de ganar todas las controversias, esa actitud obstaculiza la consecución de la paz cuya génesis se halla en la verdad.

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS