Columna


Esos monumentos

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

04 de agosto de 2018 12:00 AM

Mucha razón tienen quienes dicen que Cartagena es una ciudad monumental por la belleza de sus mujeres, y no por la abundancia de obras de arte, construcciones militares, patrimonio histórico.

Los zapatos viejos del poema símbolo de la ciudad se convirtieron en deformes botas, que haciendo honor a su itinerante condición, algo han caminado. Estuvieron cerca del sucedido Puente Heredia, en proximidades de un kiosco de noctámbulos y serenateros que se llamó " El Páramo". Era un punto para conseguir cerveza fría y comederos baratos. Allí parranderos y músicos después de  prolongadas libaciones, remataban la noche  con una reparadora sopa de mondongo, de dudosa higiene pero excelente sabor. Ahora las botas se vinieron al  Playón donde se jugaba pelota.   

Como aquí hemos confundido monumentos y esperpentos, el obelisco  dedicado a la bandera, solo fue demolido después de "adornar" por décadas el pétreo paisaje. Perviven los Pegasos que ratifican el nombre de un muelle. Estos alados corceles además de estar hechos con estrambóticas aleaciones, tienen especial estética.

Si la de Blas de Leso algo se ha movido, la escultura de la India Catalina ha deambulado por plazas y avenidas, si así se puede llamar a esos costosos caminos llenos de huecos y angustias que  caracterizan la urbe. Catalina,  cualquier día se va a visitar parientes en Galerazamba, por los malolientes orines de los intocables vendedores informales. Quizás también debe estar asustada, porque la puedan someter al manoseo indigentes y turistas. Como le sucede a la gorda de Botero que se acostó en la plaza de Santo Domingo.

Hubo un reloj floral sin flores, frente a Joaquín F. Vélez, cultísimo prócer que tampoco tenía que ver con ellas. A la estatua de Núñez la tienen  en el parque Apolo, cuando es sabido que el regenerador poco tenía de Apolíneo. Según el Alacrán Posada, Don Rafael era más feo que un dolor de muelas: “tiene tres cosas muy feas la mano, la boca, y él…”   

En ese parque al pensador le pusieron unas rejas que debió haber ordenado el Olimpo Radical. Siquiera alguien con mucho de civismo, generosidad y de pantalla se dedica a restaurarlas, porque si es por cuenta del fisco..... 

A la mano con que Fernández de Madrid hace tribunicio gesto, le cortaron los dedos índices y  anular, para dejar extendido el mayor, como respuesta al gesto que nos hace el centralismo cuando le reclamamos: pistola.  

A los mártires  del  Camellón los "desñatan". Unos vándalos les cortan el apéndice nasal, quizás con el propósito de hacerlos parecidos a Don Pedro de Heredia, el  gran  desnarigado.      

Vándalos hay en todas partes. El problema parece ser de policía. Hay que meterlos a la "guandoca", determinación de actualidad para unos antojados de escándalos  y rencores. Pero los monumentos femeninos vivientes son colirio para ojos fatigados y parrandas de vista.

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