Yo quería ser cantante. Un día mi papá me dijo: “Elige algo más serio”, y yo dije que quería ser periodista. Ante el riesgo que para él significaba mi primera opción, aceptó con resignación la segunda. Pero esa no fue la única alerta en el camino. En algún semestre en la universidad, un profesor desparpajado al que admirábamos a profundidad por su trabajo, nos dijo en medio de una clase que, si pensábamos que con el periodismo haríamos plata, cambiáramos de carrera; que esto era por pasión, y no más. Nos reímos, como se reían los espectadores de Jaime Garzón cuando les narraba las desgracias del país en la cara, justo así.
Luego comencé a hacer reportería. A uno le da más susto el editor que ver la noticia publicada, y cuando sale esa primera nota con tu nombre, y la ciudad se moviliza en torno a ella, es tan revelador: no solo estás aquí para echar el cuento, tu responsabilidad es absoluta, tu compromiso es con la verdad, con tu audiencia y con tu ciudad, de repente, la segunda opción se convierte en tu gran pasión.
No hay nada que te haga vibrar más que una noticia de última hora, te enojas cuando justo pasa algo interesante en tu fuente cuando tú estás de descanso, las ganas de contar la historia, de saber más, indagar más, entregar más; la emoción del día que entregaste una solución a una comunidad o a una persona enferma. Entonces el periodismo no es solo bonito, es vital. Pero el buen periodismo. No ese que se apresura, que miente, que se mueve por intereses financieros, que nos deja en lo ligero y no le interesa saber más, que se olvida que su verdadera razón de ser que es el servicio a la comunidad.
Un día nos levantamos y llevamos 8 años haciendo periodismo, y nos seguimos apasionando como el primer día. Yo, por ejemplo, me emocionaba hasta por una licitación, por la llegada de un bus, por el arreglo de un semáforo o por la limpieza de un caño. Y es que el periodista tiene esa mezcla entre la sabiduría de un literato y la sensibilidad de un pintor, con la responsabilidad de un superhéroe, y dirían algunos que con cierta debilidad con los números.
Y al final del día, sí, somos obstinados. Bien lo decía nuestro colega barranquillero Jimmy Cuadros Rojano: “No he visto más obstinación que la de una persona que nació para ser periodista. Insistir en estudiar una carrera que no da dinero; después, y pese a las ramificaciones de la Comunicación Social, hacer lo que sea necesario para entrar a un periódico, noticiero o emisora; una vez adentro, la terquedad de no querer abandonar esta linda carrera, aunque no sea bien remunerada, aunque sacrifique domingos, fechas especiales”.
Mi invitación hoy es al equilibrio, en la información por supuesto, pero también en el oficio en general. Un equilibrio que no nos haga tener que elegir entre quedarte con tu pasión o buscar un “trabajo mejor”, y bueno, cada periodista es sin duda un héroe, por lo que hace, por lo que deja de hacer y por lo que arriesga, ¡feliz día, colegas!
Comentarios ()