Columna


Fuego mudo

“Ya está bueno de tanta bulla, llantas quemadas, voces al unísono reclamando justicia social, estoy convencida de que las promesas de nuestro nuevo alcalde el Dr. Dau, tendrán cuerpo”.

LIDIA CORCIONE CRESCINI

10 de diciembre de 2019 12:00 AM

A veces el silencio convoca algarabías, parodias de coraje, espejismos de duende, desconsoladas rabias (Mario Benedetti). Ya está bueno de tanta bulla, llantas quemadas, voces al unísono reclamando justicia social, estoy convencida de que las promesas de nuestro nuevo alcalde el Dr. Dau, tendrán cuerpo, serán ejecutadas, tendrán un orden, una prioridad, un sentido. Aunque muchos están en desacuerdo con él, su forma de hablar o de decir las cosas por ser directo, debemos entender que cada persona es única y él, ahora, es la persona que regirá los destinos de la ciudad.

Ya es hora de que a los recaudos, nuestro aporte como ciudadanos, los excesivos impuestos, se les dé un buen manejo y estén orientados hacia las necesidades de fondo que requiere Cartagena, no se trata de empezar a brincar de contrato en contrato para ver qué tajada se saca, es hacer efectivo el compromiso del cargo como vocero de una comunidad que diariamente y durante muchos años ha sentido la ausencia de dirigentes, viviendo así en la orfandad permanente.

Rogando fervorosamente, eso sí lo dejen gobernar, no sea que pase como a muchos a nivel nacional, desde presidentes, gobernadores y alcaldes, que en su corto período, no hicieron más que defenderse de los detractores y olvidaron el fin para lo que fueron elegidos y todas las propuestas, la retórica y el enamoramiento constante para lograr su triunfo, pasen a ser matracas en un carnaval de gentes que arrastrando sus pies bajo el sol inclemente dejan sus gritos pálidos y extenuados sin ser atendidos ni solucionados.

Es atroz como lo hemos vivido, ver pasar a cada uno de los gobernantes, encogerse de hombros, mientras la ciudad se sumerge en caos permanente y miles sucumben por el hambre y la sed, otros tantos con los pies descalzos rumiando la ignorancia, el desdén, cargando los errores, la avaricia y la desidia de aquellos que están en la obligación de crear y abrir puentes, caminos, realidades, que nos involucren en la certeza de poder gozar lo mínimo que requiere un ser humano para supervivencia.

No es posible ver tanta gente por las calles extendiendo la palma de su mano, con la cara sucia y el cuerpo desaseado, mendigando un pedazo de pan o buscando entre la basura uno lleno de moho para lamer su suerte y calmar su necesidad. En cuál de los códigos aparece tipificada esta situación, ¿dónde los derechos universales, humanos, protectores, obligatorios, ciertos? Y así, mientras la gente anda, porfía, suplica, argumenta, por sus ventanas entran los silencios. Dr. Dau, usted, decidió prometer oasis en tanto desierto, no pierdo la esperanza. Y así, hasta que las nubes derramen abundancia.

*Escritora.

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS