Columna


Futbolerías

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

23 de junio de 2018 12:00 AM

Mientras otros pueblos se aferraron al padecimiento y se obsesionaron con la muerte, Grecia resistió, y se volvió de lleno hacia la vida. Encontró en medio de dificultades algo nuevo: la expresión de la alegría de vivir. Fue el primer pueblo que jugó. Toda índole de juegos: competencias atléticas de toda descripción; carreras a caballo, a pié, carreras con antorchas; saltos y lanzamientos, para mostrar fuerza, agilidad, y gracia; eran tantos juegos que resulta interminable su enumeración. 

Las estatuas del Discóbolo, y el Auriga de Delfos, y muchas más. Los juegos Nemeos que se celebraban en la Argólida, los Pitios en Delfos, los Ístmicos en Corinto, y los más gloriosos, los Olímpicos, en Olimpia. Con ellos combatieron vicisitudes.  

Competían por el honor tan codiciado: un ramo de laurel. A un triunfador olímpico generales victoriosos le cederían su lugar. Si su literatura está marcada, no menos profundamente por el dolor, los griegos soportaron cuan amarga es la vida, pero también supieron cuan dulce y alegre puede ser. Pesadumbre y alegría, no hay ninguna contradicción. Los que no conocen la una, en realidad no conocen la otra. La vida es esfuerzo y deleite. El mundo es un lugar de armonía y belleza. Los hombres se regocijan de vivir en él.

Hoy nos  divierte en la TV y  la prensa un mundial de fútbol en la Rusia legendaria. Tecnología de punta, satélites, cibercomunicadores, comentaristas, bellas periodistas de rostro angelical y rotundas redondeces; estadísticas, cronómetros, récords, multitudes.

El cantor por excelencia de los juegos, el viejo Píndaro, nunca se desvió de la más estricta verdad al elogiar un triunfo. Glorificó a un vencedor hasta el punto en que era realmente glorioso, pero nada más. No contaría “un cuento recubierto de deslumbrantes mentiras”. Nada de simpática alharaca. Píndaro pertenecía a la escuela literaria de los austeros. Riguroso y sin adornos. En ese gran poeta parece extraño, dado que su expresión vívida y rica es una de sus características más marcadas: pero el esplendor puede ser frío, y Píndaro brilla, pero jamás calienta. Es duro, severo, sin pasiones, con una especie de altiva magnificencia. Elegante y sobrio. Música verbal sin arrebatos.

Algunos narradores exaltados hoy pretenden inducirnos a ver en la tele imágenes distintas a las que trae la pantalla. Una competencia corriente la convierten en gesta heroica, la tecnología del VAR para reconstruir una jugada, propagandas de marcas deportivas, de bebidas y comidas nos asfixian. ¿Cuántas libras nos ganaremos viendo sudar a esforzados deportistas? ¿Cuál será el impacto que las bebidas espirituosas tendrán en nuestro maltrecho sistema hepático? 

Abrigamos la certidumbre que mañana le ganaremos a Polonia. La buena suerte va a acompañar a nuestra poderosa selección.

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