Las instituciones de salud tienen como objetivo el cuidado, la atención y la recuperación de sus pacientes, de igual manera, deben brindar el apoyo necesario a los familiares de los enfermos y acompañarlos en el difícil momento de sufrir una enfermedad. Cada día miles de pacientes consultan a las clínicas y hospitales buscando esa mano cálida y amable que les brinde atención y cuidado.
Cuando estas instituciones son pediátricas la importancia del acompañamiento a los pacientes y sus familias es mucho más importante. Los niños y niñas son seres vulnerables y necesitan de todo el apoyo y atención que les podamos brindar. Esta misión está encargada a un ejército de personas con una gran vocación de servicio que se dedican con esmero a brindar la ayuda necesaria para que los pacientes pediátricos tengan una pronta mejoría.
Médicos, enfermeras, auxiliares, estudiantes, familias y pacientes crean en estas situaciones adversas lazos de innegable dependencia y se constituyen entonces equipos de cuidado, cuyo único fin es que los enfermos se mejoren lo más rápido y de la mejor manera posible. Los equipos médicos entonces se vuelven un conclave que día a día busca el bienestar de los pacientes.
De vez en cuando, nos acordamos de la importancia que tienen sus integrantes y es entonces cuando de manera vehemente reconocemos su trabajo y dedicación. Estos profesionales no sólo curan a los pacientes, sino que engrandecen a las instituciones permitiendo el desarrollo científico de las mismas. Algunas veces también, se dedican a la docencia y es quizás en este momento cuando se cumplen todas las premisas incluidas dentro del juramento Hipocrático, el cual establece el compromiso permanente con los pacientes y el compromiso con los colegas. Esa gran misión que también tienen los médicos de transmitir conocimiento a sus estudiantes, residentes y compañeros de trabajo.
Por todo lo anterior, es importante hoy reconocer el arduo trabajo y dedicación de la doctora Miriam Barboza, médica neuróloga pediatra, pionera en esta importante rama de la medicina en la ciudad de Cartagena y en la costa Atlántica.
Su labor y entrega merecen ser reconocidos por quienes fueron sus pacientes y sus estudiantes durante tantos años. Para quienes tenemos el privilegio de dirigir una institución tan maravillosa como la Casa del Niño, el compartir con profesionales de la calidad de la Dra. Barboza es un honor, por eso cualquier reconocimiento que se haga a su labor es insuficiente frente al agradecimiento de los cientos de pacientes que se han beneficiado de su conocimiento científico y su dedicación.
También estoy seguro que todos los estudiantes que pasamos por las aulas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Cartagena reconocemos el innegable aporte y la huella que ha marcado en nuestra alma mater la Dra. Miriam. Y si miramos la labor desarrollada desde el punto de vista de organizaciones, como la Sociedad Colombiana de Neurología, sin duda sus miembros reconocen hoy la maravillosa labor desarrollada por esta médica excepcional.
Es pues la Dra. Miriam una médica a carta cabal, de esas que se desempeñan de manera exitosa en el ámbito científico, académico y organizacional. Durante más de once años tuvimos el enorme orgullo de que perteneciera al equipo de trabajo de la Casa del Niño, de hecho, hoy seguimos sintiéndola parte del mismo.
Sus estudiantes, sus colegas, las directivas y especialmente sus pacientes, queremos hacerle un reconocimiento público a su labor, su aporte a la salud de la infancia y adolescencia cartagenera, los conocimientos transmitidos a cientos de estudiantes, internos y residentes de la Facultad de Medicina de la Universidad de Cartagena. Su invaluable aporte a la academia e investigación durante tantos años y en tantos escenarios hacen que usted se merezca todo el reconocimiento del mundo, sólo nos queda decirle gracias Dra. Miriam por todos estos años de entrega a la medicina y a la infancia del corralito de piedra.
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