Colombia continúa haciendo gárgaras por falta de tubos para llevar al Caribe su petróleo.
En tributo a la inventiva privada centenares de carrotanques transitan humeantes por las carreteras del país para transportar 150.000 barriles por día (b/d). Pero por vocación, el crudo viaja en ducto. Por camión en las rutas patrias es una peste.
La creación de Cénit, escisión de activos midstream de Ecopetrol -oleoductos, almacenamiento y puertos- ha sido un acierto. Se le está metiendo racionalmente muela a un universo disperso y medio huérfano, que era el patito feo de la Empresa.
Con asignarle un centro de dirección y el incentivo de un IPO, comienzan a verse sólidos resultados.
Construir un gran oleoducto como el Bicentenario ya no es lo de otros tiempos. Las comunidades y la ecología son fardo pesado, más allá de lo justificable. A esos bodrios hay que añadirles la obsesión de la guerrilla con el petróleo.
Su oficio, para que los colombianos salgan de pobres, es impedir que fluya. Se repudió la última barbarie de las FARC, quizá fresquita desde Venezuela: el asesinato de soldados cerca del Río Tigre, Arauca, para frenar el Bicentenario. P
ero el tesón paga: el tubo se está llenando y llegará en semanas a Vanadía, que es hoy, por desgracia, casi como llegar a ninguna parte.
En Vanadía, para seguir camino al Caribe, Bicentenario empata con el oleoducto caño Limón-Coveñas, que en junio, por cuenta de voladuras, no bombeó. La situación mejora pero no se normaliza. Habrá, empero, que ser optimistas, Habana o no Habana. Las Fuerzas Armadas saben su oficio, cuando se lo proponen.
La apuesta es gorda. Los 110.000 b/d de capacidad inicial del Bicentenario serían millones de dólares ahorrados en costos directos e indirectos del trajín de camiones, pero sólo si Caño Limón recupera sus 250.000 b/d de diseño (también tiene que bombear crudos de su zona).
Mejor aún, con la ampliación de Ocensa (en camino) y la racionalización de las instalaciones portuarias en Coveñas, Colombia podrá mover todo su crudo por rato largo.
Quedan escollos menudos para ahuyentar carrotanques, cortesía de la parsimonia del regulador. El reto del pequeño productor de petróleo, y de esos hay muchos, es llevar crudo desde su apartado campo hasta un gran oleoducto.
La solución es simple: liberar la construcción de ramales. Con tarifas estandarizadas y acordes con la declinación de los pozos, esos afluentes serían atractivos para inversionistas. ¡Pero vaya pida sensatez y decisión!
En tiempos de Don Sancho Jimeno, el heroico defensor de Bocachica en 1697, burocráticos oficiales reales husmeaban hasta en las baquetas de los lechos conyugales para reglamentar sabe Dios qué.
Las casas del centro de Cartagena parecen de ensueño, pero pregunte a sus dueños en el frescor de las tumbas de la catedral cuánto demoraron los permisos.
Sigue igual, salvo que ahora unos le meten anfo y otros, ecuaciones dilatorias.
rsegovia@axesat.com
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