“Cuando llega la guerra, la primera víctima es la verdad”. A esa frase que se hizo célebre desde la Primera Guerra Mundial, parece rendírsele tributo perpetuo en Colombia de manera involuntaria o deliberada. La crisis social, económica y política que afronta el país, tras casi cuatro semanas del paro nacional, se agudiza con una batalla de “verdades cruzadas”, que nada aportan a soluciones reales y al consecuente retorno de la paz en las calles.
Para hacer frente a los cuestionamientos de la comunidad internacional, por los abusos de la fuerza pública en la represión de la protesta social, el Gobierno emprendió una agresiva campaña mediática para hacer sentir su verdad, que tuvo la semana pasada dos acciones icónicas: una simulada entrevista del presidente Iván Duque a un medio internacional, y un editorial de la Revista Semana, con portada incluida. Ambas coincidieron en señalar que el único protagonista del paro es el líder izquierdista Gustavo Petro, y que las revueltas en las calles son su estrategia electoral para las próximas elecciones.
Hay que ser demasiado ingenuos o torpes, para calificar a centenares de miles de colombianos, especialmente jóvenes, de ser idiotas útiles o cómplices del “comunismo internacional”, desconociendo de plano sus razones para salir a protestar, las mismas que dicen estar escuchando en las mesas de negociación.
Probablemente el señor Petro estará interesado en obtener dividendos políticos del actual estallido social, de la misma forma como el expresidente Uribe pretenderá poner a su favor el escenario buscado de confrontación, para intentar fungir una vez más como “salvador”, pero es aberrante y ofensivo considerar a todos los colombianos como borregos de sus mutuos intereses.
Mientras esa discusión estéril ocurre, el conflicto se degrada en las calles: los excesos policiales no cesan, aumenta el número de muertos y de desaparecidos, pero también persiste el vandalismo y la violencia contra uniformados, inclusive con uso de armas de fuego. Se acribilla también la verdad cuando se desconocen o se minimizan los efectos del vandalismo y de bloqueos viales, en los que se impide la apertura de corredores humanitarios para que puedan circular alimentos, insumos hospitalarios, vacunas, e inclusive ambulancias que transportan pacientes, afectando en buena parte a la misma población que está con el paro.
Hay voces radicales que exigen mayor efectividad de la fuerza pública en el control de la protesta social, sin sonrojo alguno exigen inclusive el “uso de los fusiles”; desde otro extremo se pide aumentar la beligerancia popular, y los clamores menos escuchados son los de las mayorías de colombianos que demandan negociación, transformación y paz inmediata; esa que no han podido hacer “trizas” quienes se lo propusieron, pero que en conjunto con algunos de la orilla contraria, (los extremos se unen) si hacen trizas la verdad sobre el momento actual, y siguen empujando con mentiras al país, a un abismo imprevisible.
*Asesor en comunicaciones.
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