Columna


Héroes anónimos

“En esa belleza natural con actividad turística, la autoridad ordenó demoliciones y abrió proceso contra un hotel de lujo”.

RAFAEL VERGARA NAVARRO

19 de enero de 2019 12:00 AM

Emergiendo del mar Caribe se alza la montaña más alta del planeta, encumbrándose hasta los 5.775 metros. Con sus dos picos nevados, lagunas sagradas y grandes bosques, es uno de los 36 páramos “protegidos” del país. Declarado por la humanidad reserva de la biosfera, además de ofrecernos vida, oxígeno y agua, es origen de 16 de los 35 ríos que la circundan, y de la sabiduría milenaria de los mamos y sus comunidades de Koguis, Arhuacos, Wiwas y Kankuamos, responsables de cuidar esta riqueza natural de la nación y el mundo.

En este resguardo indígena con derechos especiales sobre el territorio, la acción de protección ambiental está en cabeza de la Unidad de Parques.

El Parque Nacional Natural de la Sierra Nevada de Santa Marta cubre 129.499 hectáreas y una parte de ellas están depredadas e ilegalmente apropiadas. Narcotráfico, paramilitarismo y guerrilla han sido actores de graves conflictos por el control de zonas, desconociendo el límite de la línea negra, asesinando líderes y agrediendo, incluso, los espacios sagrados de pagamento.

Como en otros páramos, la deforestación y el calentamiento se reflejan en la cobertura de los glaciares. Según el IDEAM, entre 1850 y el 2010 perdimos el 90% de las nieves de la Sierra y hoy solo quedan unos 7 km, lo que amenaza la provisión de los acueductos de Valledupar y Ciénaga, entre otros.

Los mamos ven la causa de los desastres naturales en la ambición y egoísmo de nuestro modelo de vida, en la colonización despiadada y las represas que detienen la llegada de las aguas frías al mar, aumentando la temperatura del ambiente.

Con justeza los indígenas exigen respeto a la madre, al orden natural, recuperar la cobertura vegetal y las cuencas hidrográficas, detener la colonización y deforestación, la violencia que está retornando. Esa es la misión de Parques Naturales, el Estado y de los ambientalistas que valoramos su sabiduría y derechos.

Exuberante, Gachaca es un corregimiento del Parque próximo al mar y al río Don Diego. En esa belleza natural con actividad turística, la autoridad ordenó demoliciones y abrió proceso contra un hotel de lujo. La zona además ha sido un corredor estratégico de movimiento de drogas.

Allí amenazaron al director del Parque y mataron al guardaparque, Wilton Orrego, en su casa, el 14 de enero. Apreciado por la comunidad, con mística ambiental identificaba ocupaciones y construcciones ilegales, protegía la biodiversidad y el espíritu de la Sierra. Hijo de un campesino desplazado, dejó de ser aserrador para dignificar su uniforme como defensor de la vida. Wilton, herido de muerte, se despidió de la esposa Saida García y su hija mirando al cielo y cantando a Dios una alabanza, minutos después falleció. Amílcar, el padre, en la velación concluyó: “estoy triste pero a la vez orgulloso, porque mi hijo cuidaba el oxígeno para que todos podamos seguir respirando”.

¡Ni un líder más asesinado!

*Abogado ambientalista y comunicador.

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