En Tanzania y Etiopia, hace casi 6 millones de años nuestro padre, un homínido cualquiera, dejó la huella de su pie como primigenia evidencia de su maravillosa transformación en bípedo. Solo 3 millones de años después sus nietos salieron de África. Para llegar a donde estamos, según Hobbes, el ser humano demostró ese perpetuo deseo de poder, su naturaleza egoísta y su innata capacidad de destrucción y autoconservación.
Según New York Times, un profesor de Yale hace más de tres décadas cuenta una fábula a sus estudiantes: un dios le ofreció a la humanidad un invento que cambiaría, para siempre, la vida de todos. Tendrían más tiempo, podrían viajar largas distancias, pero, tendría un costo. El dios mataría a 1.000 jóvenes cada año. Entonces el profesor preguntaba a los estudiantes si aceptarían un trato así y todos, invariablemente, respondían que no. Y el profesor terminaba la fábula con la lección: ¿Cuál es la diferencia con el automóvil? Según la OMS, cada año mueren más de 1,3 millones de personas por automóviles, la mayoría jóvenes. ¿Qué habríamos decidido si nos hubieran dado la opción de aceptar el ingreso del automóvil en nuestras vidas? Diariamente aceptamos otros riesgos iguales o más fatales.
Al comienzo se discutió si era una vulgar gripa. El virus, su rápida diseminación, su capacidad de cambiar, así como las drásticas medidas que se implementaron, más tarde que temprano, cambiaron todo. Perdimos tantas cosas que no sabíamos que teníamos, tuvimos tanto tiempo y espacio para reflexionar, el mundo sin nosotros mejoró tanto. Muchos creyeron que cambiaríamos para mejorar. El virus no se ha ido y seguimos siendo los mismos de siempre.
Las vacunas han reducido el riesgo de muerte a casi cero. El mundo vencerá la COVI pero no la eliminará. Quedará convertida en una “vulgar gripa”. Subirse a un automóvil implicará un riesgo mucho mayor que la COVI después de vacunados. En Colombia, a punto de alcanzar 70.000 muertes y en el peor momento de la pandemia, el Estado no ha logrado un ritmo de vacunación regular mientras muchos cuestionan la seguridad de las vacunas y otros se niegan a ponérsela con razones baladíes. La COVI desaparecerá de algunos países, pero, en otros como Colombia será endémica y, por varios años, habrá brotes. Hoy, y mientras tanto, la prudencia debería llevarnos a abandonar esa ruleta rusa que algunos juegan, de día y de noche, mientras allá, en las UCI, se toman difíciles decisiones de fin de vida. Usar mascarilla sería una de las mejores decisiones, una muestra de solidaridad para con todos. Querámoslo o no, el mundo se ha transformado por un tiempo y, en unos aspectos de la vida, y para algunos, quizá para siempre.
*Profesor Universidad de Cartagena.
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