Esta semana, 216 años después de arribar a Cartagena, regresa el famoso explorador alemán, el Barón Alexander von Humboldt. Ayer, en el “1er Locutorio sobre viajeros en Cartagena de Indias” el Dr. Alberto Gómez Gutiérrez nos adelantó su fantástica Humboldtiana, próxima publicarse. El viernes 27 y sábado 28, en el Hay Festival, Andrea Wulf nos hablará de su galardonado libro “La Invención de la Naturaleza: el Nuevo Mundo de Alejandro de Humboldt”..
Humboldt llegó a Cartagena por azar, intentando en vano unirse a la expedición francesa de la Condamine, pero pasar por esta región fue quizás lo que más lo impacto de su famoso viaje de exploración de la naturaleza alrededor del mundo. El 16 de marzo se embarcó en Trinidad, Cuba, hacia Cartagena de Indias, travesía en la que casi muere. Apartes de su diario nos relatan detalles del viaje y primeros días en la Nueva Granada: 26 de marzo: “Dado que la brisa nos impidió proseguir el camino hacia Cartagena, acampamos en el río Sinú, (...) en el Zapote”.
27 de marzo: “Bordeamos el interior de las islas de San Bernardo, entre Salamanquilla y Puerto Boquerón; cuando nuevamente llegamos al mar abierto se levantó una brisa tan impetuosa que las olas en todas partes inundaban nuestra pequeña embarcación (de 20 toneladas). Al capitán le dio miedo, viró y quiso anclar en las inmediaciones del cerro Tigua, al Norte del pueblito Rincón (…) [donde] encallamos sobre un escollo”.
28 de marzo: “Desafortunadamente, casi siempre hubo viento en calma. Anclamos a las 3 de la tarde, cuando la brisa nos impidió llegar a Bocachica, en la Isla Arenas”.
29 de marzo (Domingo de Ramos): “A las 7 levamos anclas en la Isla Arenas (…) Tratamos de navegar entre la isla y el continente. En vano, la tenaz brisa lo impedía. (...) Se quiso virar de borda y nos aconsejaron que durante la maniobra bajásemos a nuestro pozo (…) cuanto todo se desarrollaba tumultuosamente y en reducido espacio. No vimos nada, pero sentimos que la embarcación se inclinó sin volverse a levantar. (...) Sacamos la cabeza de la escotilla cuando había pasado ya el peligro.
Pero todas las caras estaban pálidas y 5 horas después seguían conversando sobre el peligro. Por inadvertencia del piloto se dejó (íbamos fuertemente a la bolina) golpear por una enorme ola en el costado del barco en vez de cortarla; en ese momento llegó una ráfaga de viento. El barco escoró y sin enderezarse quedo sumergido a medias. El timonel quiso maniobrar, pero dijo a gritos que era inútil. En ese instante se trató de zafar la vela, un remedio que seguramente era demasiado lento, cuando don Mariano, quien era el más resuelto, vio que el piloto estaba totalmente confuso le arrebató el timón de las manos para enderezar el barco, lo que felizmente logró (…) Se entró (con viento en popa) en la ensenada que forma la costa de la isla de Barú, al Sur de la punta Gigante; ahí anclamos”. (Continuará)
*Director, Jardín Botánico Guillermo Piñeres, profesor titular Uniandes.
santiago.madrinan@jbgp.org.co
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