Columna


Iconoclastas de nuevo cuño

RODOLFO SEGOVIA

16 de septiembre de 2017 12:00 AM

Descabezan estatuas como si fueran Lenín, Stalin o Hussein, de reciente recordación. No caen pedazos por los suelos, sino que los depositan educadamente en canecas públicas.

Muy aseadito, pero el mensaje ciudadano es contundente: símbolos de opresión, injusticia o discriminación no tienen cabida en plazas y jardines de los Estados Unidos, aunque sean vidas con excepcionales méritos profesionales –Robert E. Lee, soldado o Cristóbal Colón, marino.

Lo de don Cristóbal raya en el absurdo. El concejo de Los Ángeles cambiará a Colombus Day, como le decían por esos lados al 12 de Octubre, por ‘Día de los pueblos aborígenes’. En otros lugares, desfiguran monumentos recordatorios del genovés.

Se le sindica de ser instrumento de genocidio y no el puente providencial entre mundos que habían perdido la noción de su común pertenencia, desde cuando, 25.000 años antes, un puñado de precolombinos cruzara el congelado estrecho de Bering. ¿Sería acaso mejor que no se hubiesen relacionado nunca?

Otra cosa, claro, ocurriría si Colón hubiera sido anglosajón. El cruel capitán John Smith, de Virginia (el de Pocahontas), por ejemplo, sigue muy campante en su pedestal ecuestre. Y el descarado latrocinio de las provisiones invernales de los indígenas de Massachusetts, es hoy símbolo de unidad nacional bajo el piadoso nombre de ‘Día de acción de gracias’ (Thanksgiving). Al paso que van las cosas, en alguna próxima manifestación de rechazo a la colonización, se acusará a Isabel la Católica de ser cómplice de horrendos crímenes por la apócrifa donación de sus joyas para financiar la aventura colombina. O simplemente, por permitirla.

Toda estatua es un símbolo, conmemora una vida, una cultura, un sentimiento. Sólo a los muy impasibles deja indiferentes la estatua de San Francisco con el Lobo en Gubbbio. Ahora, sin embargo, se está a merced de la interpretación.

Hasta el pacífico Buda es sujeto de acometidas a cañonazos. Corren peligro las estatuas de Quevedo y Goya. Machado en Barcelona, por españolistas. Si los bolivarianos del siglo XXI llegasen al poder por estos predios, quizá duraría poco en su sitio la encrespada testa de Francisco de Paula Santander.

Mejor algo de humor, antes de que las indignaciones del día desemboquen es más Charlottesvilles. Un responsable ciudadano norteamericano incita a quienes usan el dólar como medio de intercambio a extirpar esos símbolos de esclavitud y discriminación, que tanto ofenden. Pide boicotear y abstenerse de usar billetes de $1,00, 20.00, 50,00 y 100.00, que contienen imágenes de propietarios de esclavos.

El hombre exhorta a los tenedores de billetes a empacar esos odiados símbolos de racismo y remitírselos. Se ofrece a deshacerse limpiamente de ellos, sin esperar agradecimiento por sus servicios. Lo hace de corazón por la salud espiritual de su país. Menos mal que a don Sancho Jimeno, el denodado defensor del fuerte de San Luis en 1697, no le han erigido estatuas; él también, hijo de su tiempo, era esclavista.


rsegovia@sillar.com.co

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