Columna


Jubilarse para qué

MAURICIO IBÁÑEZ

12 de enero de 2022 12:00 AM

Rescato los comentarios del columnista Alfredo Ramírez, publicados justo el Día de los Inocentes, y no por inocente sus planteamientos, sino porque me uno a las voces que quieren trabajar hasta que el cuerpo aguante, así sea a medio tiempo y en otra actividad.

Desde pequeñito me han enseñado que el trabajo es salud, y si en eso creo, ¿por qué alguien quiere imponerme la edad a la que debo dejar de trabajar? Sin embargo, nuestros dirigentes políticos han llevado la cuestión a un conflicto social único sobre la edad más apropiada para evitar la ruina del sistema pensional.

¿Qué hace la mayor parte de la población que se pensiona? Ignoro si existe una encuesta al respecto que esté siendo considerada por nuestros legisladores. Pero adivino que la mayoría de los pensionados se la pasa cómodamente en su sillón preferido cambiando canales, bebiendo algún trago, comiendo algún paquetaco, o pasando el tiempo en alguna lujuria, si es que la pueden gastar. Una vida poco saludable que termina entorpeciendo nuestro frágil sistema de salud.

Me pregunto si los responsables de proponer la reforma pensional han considerado el reuso de la experiencia como parte de un plan de régimen de transición entre la vida laboral plena y el retiro pleno. El reuso de la experiencia es aprovechar el conocimiento acumulado a lo largo de una vida laboral y trasladarlo a las nuevas generaciones. Sería un programa voluntario donde la empresa siga aportando un salario nominal pero sin aportes adicionales a la pensión del interesado, mientras este decide si quiere aportar más para recibir un poco más al momento de su retiro definitivo. Parte del costo también podría trasladarse a los beneficiarios y receptores de dicha experiencia y conocimiento, como cuando asisten a una conferencia, un diplomado, o un seminario, aliviando así la carga de la empresa.

Por supuesto hay muchas profesiones que ameritan distintas fórmulas, pero el objetivo es retrasar unos años el derecho a la pensión plena de forma voluntaria y planificada, despertando el espíritu de compartir que está presente en todos, aunque se esconda. No es solo oxigenar las finanzas del sistema pensional actual, sino aprovechar que hay una Colombia joven interesada en escuchar historias y aprender lecciones de los mayorcitos y pagar por ello. En este campo la nación no debe seguir limitando sus posibilidades, sino expandirlas.

Pero mientras las discusiones y los análisis parecen rebotar de un gobierno a otro como papa caliente, el sistema se desangra, lo que motiva a los débiles a buscar culpables. Ojalá que para cuando se tome una decisión todavía haya dinero para repartir y ánimos para rescatar todo ese conocimiento que hoy se nos escapa entre enfermedades y aburrimientos.

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