Columna


La amenaza del misticismo

ALFREDO RAMÍREZ NÁRDIZ

20 de abril de 2021 12:00 AM

En La miseria del historicismo Karl Popper lanzó una de las ideas que más deberíamos recordar: ¿Podríamos renunciar a la ciencia y la razón y caer de nuevo en las eras oscuras, en los tiempos del misticismo? Lo que aplicado a la actualidad se traduciría en: ¿Estamos en la tercera década del siglo XXI libres del peligro de una regresión intelectual de la sociedad? No, dice Popper. No lo estamos. La negativa que da el profesor a creer que la historia está escrita, que existe el destino y que puede investigarse y descubrirse, implica como correlato que tampoco la idea del progreso ha de darse por segura.

Como hijos de la Ilustración y de Kant que somos, tendemos a pensar que el futuro ha de ser por necesidad más avanzado que el pasado y que el progreso que empezamos hace siglos y que nos ha llevado de sociedades cerradas (tribales, irracionales, dogmáticas) a sociedades más o menos abiertas (cosmopolitas, racionales, pluralistas) no puede ser revertido. Popper, sin embargo, advierte: “Puede haber una epidemia de misticismo. Si los intelectuales reaccionan ante el progreso científico (o la exigencia de una sociedad abierta) refugiándose en el misticismo, todo el mundo podría reaccionar de esta forma”.

Miren a su alrededor. Miren en estos tiempos de pandemias y negacionismos de todo tipo y condición. Miren y díganme si no escuchan cada vez más alto, cada vez más claro y desvergonzado, el grito de la irracionalidad, del fanatismo otrora religioso ahora vuelto político, de tantos que, desesperados ante el nuevo mundo que lleva varias décadas abriéndose tras la caída del socialismo y la consecuente aceleración del proceso globalizador, optan por renunciar a la ciencia y la razón para refugiarse en el misticismo.

En teoría política lo llamamos el auge del populismo. Pero el populismo no es más que el efecto político del verdadero problema: ante el abismo del cambio, gran parte de la sociedad está optando por refugiarse en la caverna. El misticismo popperiano. La irracionalidad, el fanatismo, el oscurantismo. Lo vemos en tantas decisiones populares que nos desconciertan al materializarse en opciones políticas que parece que nadie en su sano juicio pudiera querer apoyar. Lo vemos en la falta de valor, de respeto, si no en el abierto desprecio, cada vez más marcado, hacia la ciencia y sus representantes.

¿Estamos condenados a una vuelta al oscurantismo? No lo sé. Popper diría que él tampoco lo sabría. Lo que el profesor austriaco nos enseña es que la historia no está escrita, que no existe determinismo, ni destino inevitable, que somos libres y que escribimos el futuro conforme le vamos dando vida. Así que de nosotros depende.

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