“Nobleza, dignidad, constancia y cierto risueño coraje. Todo lo que constituye la grandeza sigue siendo esencialmente lo mismo a través de los siglos” Hannah Arendt.
No sé si suene un poco tonto, pero la vida hay que mirarla como con el catalejo de quien emprende un arduo viaje de trabajo, desarrollando metas a largo plazo, encontrando nuestro yo interior. Las nostalgias permanecerán en nuestro corazón y los recuerdos, cuando son tristes, toca llorarlos despacito, compartiendo las cuitas con nuestra almohada. No se nos olvide brillar como el sol, levantándonos con la mejor de nuestras sonrisas, para hacer frente al nuevo día. Como decía Marlon Brandon: “con la cabeza arriba, siempre arriba ¡como si fueras a cantar!” Luego, interpretando a Kurtz, en Apocalipsis Now, el actor mencionó: “He visto un caracol. Se deslizaba por el filo de una navaja. Ese es mi sueño, más bien mi pesadilla; arrastrarme, deslizarme por todo el filo de una navaja y sobrevivir”.
No se olvide, que, en nuestros barrios humildes, de cualquier ciudad de Colombia, existen miles de problemas, en medio de una angustiante pobreza e inclusive hambre, sin embargo, muchos jóvenes resisten, juegan fútbol, cantan y sonríen, de frente a la adversidad, enfrentando la vida con fortaleza y tenacidad.
Ahora bien, la filosofía práctica, nos ofrece herramientas que nos ayudan a llevar una vida más grata, desde tiempos inmemoriales, surgió una escuela filosófica, que en la actualidad esta más vigente que nunca, cuenta la historia que Cayo Avidio Casio, fue proclamado emperador de Roma, tras la noticia engañosa que Marco Aurelio había muerto. El último, en sus “Meditaciones” reconoció que estaba enfermo y en guerra contra las tribus del norte, al informar a sus soldados de la rebeldía de su “muy querido amigo”, el senado declara a Cayo su enemigo, el gobernador de Capadocia, Publio Marcio, permanece leal a Marco Aurelio, último que siempre invocó misericordia para el traidor, luego de tres meses y seis días de la felonía del desleal amigo, éste fue asesinado.
Fundado el Estoicismo, por Zenón de Citio, en su juventud, su barco cargado con mercancías, naufragó cerca de Atenas, comenzó a escuchar a Jenócrates, creando Zenón su propia escuela, con ideas que difundía en un pórtico (en griego “stoa” significa puerta). Enseñaba que, para conseguir la tranquilidad, debemos alcanzar nuestra mejor versión, con mucho esfuerzo, coraje y tenacidad. Así mismo, hacernos responsables de nuestros actos y aprender a dejar ir lo que no se puede controlar, deseando menos y disfrutando más el tiempo presente. Preguntándonos cada anochecer, ¿Qué he hecho mal? ¿Qué me perjudica? ¿Qué hice hoy en beneficio personal o ajeno? ¿Qué podría haber hecho mejor? No está por demás señalar el momento que vivimos: de angustias, crisis existencial, medios de comunicación desbordados, mensajes en redes sociales, sin ningún control, brotes serios de tristeza y de antipatía.
Marco Aurelio practicaba la Ataraxia (imperturbabilidad) es decir, tomar las cosas con calma, aceptándolas como parte de un inexorable destino, dejando de lado los enojos, las amarguras, las frustraciones; viviendo sin expectativas. La muerte, tarde que temprano nos sorprende, como decía el pensador: “No es la muerte lo que debemos temer, lo que debe causarnos miedo es no atrevernos a vivir”. Ilustraba que el ser no es libre de crear su propio destino, pues este ya está direccionado para cada uno de nosotros, que la vida se debe aprovechar a cada momento, no valiendo la pena enfrascarnos en unas discusiones estériles, o en polarizaciones que nos hacen hasta perder amigos de toda la vida, sin dejar nada bueno o positivo para nuestra propia existencia.
Nos enseña: “en ninguna parte puede hallar el ser humano un retiro tan apacible y tranquilo como la intimidad de su alma” y que para vivir racionalmente, no se necesitan lujos exagerados, el ser humano no será recordado por lo que tuvo, si no por lo que fue. Así las cosas, Marco Aurelio, en sus “Meditaciones” nos invita a vivir en una forma más simple y alejarnos de toda persona a situación que nos afecte y/o intoxiquen nuestro ser. Termina señalando “se fuerte como las rocas que las olas del mar no dejan de golpear: se mantienen firmes mientras que a sus pies la espuma se agita y desaparece. ¡Ah! Soy desdichado- dices- porque me ha ocurrido un percance. ¡Te equivocas! Por el contrario, tendrías que decir: estoy feliz porque, a pesar de esto que me ocurrió, estoy al abrigo del dolor y no me siento herido por el presente ni ansioso por el porvenir ”.
Un sobreviviente de la II guerra mundial Víktor Frankl, nos enseña, en su libro, “El hombre en búsqueda de sentido”, que las personas que tuvieron una vida interior rica y cavilaban en sus recuerdos más gratos, sobrevivieron mejor en los campos de concentración. Así, a fortalecer el carácter, mejorando nuestra vida con tenacidad, solidarizándonos con los más humildes. Sin dejar de lado la resiliencia, como aquella virtud de hacernos cargo de lo desagradable o perjudicial que nos aqueja, teniendo como mira el auto repararnos.
Dejemos a un lado tanto temor, miedo, rabia, angustia, las opiniones negativas de los demás. El gran Haruki Murakami, escritor, en esta modernidad, nos enseña “todo pasa, nadie tiene algo para siempre. Es así como tenemos que vivir”.
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