Al amanecer hallábase insomne. Asomado a la ventana no pudo menos que considerar la gran paradoja: en lontananza, todo lo que sus ojos alcanzaban, olivos, cultivos y altos y frondosos cipreses eran de su familia. Sin embargo, no les bastaba; el poder, el reconocimiento y la estima del pueblo eran de sus acérrimos enemigos. Allá abajo, en la ciudad, a la sazón emblema del renacimiento occidental, hasta la cúpula de la iglesia era, al tiempo, blasón y estandarte de sus enemigos y silenciosa afrenta para su familia. Arrastraban, además, la desgracia semántica de que mientras Medici significaba médicos, su apellido, Pazzi, significaba gente loca. El gélido viento de Santa Brígida se mezclaba con furia y rabia, corroía sus entrañas haciendo germinar nefastos pensamientos. Su mansión, el Castello del Trebbio, dominaba toda la región, pero no alcanzaba para estar por encima de los Medici. Francesco de Pazzi juntó su odio con la envidia y las necesidades de otros para fraguar un plan que contó, al parecer, con el beneplácito del papa. Ante un envenenamiento fallido optaron por lo práctico: matarlos a plena luz del día. Más no fue así, ese domingo, 26 de abril de 1478, en plena Catedral de Santa María del Fiore, mientras el cura elevaba la hostia y los Medici inclinaban la cabeza los sacrílegos atacaron. Los 19 golpes de Francesco de Pazzi bastaron para asesinar a Giuliano de Medici al pie del altar. Lorenzo, El magnífico, recibió una herida superficial y aprovechando el escándalo y la animosidad del pueblo ordenó colgar a todos los traidores. Así, una conspiración que acabaría con los Medici solo acrecentó aún más su poder y llevó a los Pazzi al ocaso y a la pérdida del hermoso Castello del Trebbio.
Algún dignatario mencionó en redes sociales que corren vientos de conspiraciones contra presidentes de izquierda en Latinoamérica y que se han realizado reuniones para construir la conspiración “acero diluido”. Maquiavelo, en su “historia de Florencia”, describe con elegancia “la conspiración de los Pazzi”. Sabiamente enseña que algunas conspiraciones son inventadas o manipuladas por los poderosos para propio beneficio. Otras, cuando son ciertas y fracasan llevan a la ruina de los conjurados y al incremento del poder de aquellos contra quienes se había fraguado. Mas o desgracia, el soberano que sobrevive a la conspiración gana más poder, pero adquiere temor y para asegurar su vida y la de los suyos recurre a la violencia, origina más odios y conjuras, adquiere más enemigos y más temprano que tarde los conspiradores lograrán su objetivo. Así, las conspiraciones afectan tanto a quien las fragua y con el tiempo, aunque fracasen, a quien es objeto de ellas.
*Profesor Universidad de Cartagena.