Columna


La crisis de liderazgo cartagenero

JAIME BONET

21 de mayo de 2017 12:05 AM

Decir que Cartagena tiene grandes contrastes no es ninguna novedad, quienes vivimos aquí lo respiramos a diario. La suspensión del alcalde pone nuevamente de manifiesto la debilidad institucional de una ciudad que se mueve entre un sector privado dinámico y un sector público que no lo hace al mismo ritmo.

Parte de esa discrepancia se debe a que el sector privado es, en una gran porción, jalonado por capitales y ejecutivos de fuera de la ciudad, y el sector público es controlado por cartageneros de distintos grupos sociales. Tal vez uno de los mayores limitantes es la carencia de liderazgo de los cartageneros, ya sea los vinculados al sector público o al privado.

En un ensayo reciente, Adolfo Meisel argumentaba que la crisis del liderazgo político costeño se revela al ponderar la enorme distancia entre su peso electoral y su rol en la conducción del Estado colombiano.

Aquí en Cartagena la crisis del liderazgo político se revela en unos grupos que son capaces de elegirse y mantenerse en el poder por su peso electoral, pero no tiene una visión de largo plazo para la ciudad. Se limitan a una planeación cortoplacista que les permita satisfacer sus intereses particulares y perpetuarse en el poder.

Al no existir un sector público que atienda las necesidades de la población, surgen personajes como dos de los últimos alcaldes, que entran a ser una especie de salvadores, ya que en sus programas de radio escuchan a la gente y trabajan por solucionar sus problemas.

Los remedios son acciones de muy corto plazo que se ven y la ciudadanía se siente atendida, cosas tan simples como tapar el hueco de una calle se convierte en la gran obra que se consiguen gracias a la intervención de estas personas. No extraña, por lo tanto, que terminen empoderándose y creyéndose con la capacidad de ser alcaldes para resolver los problemas de la ciudad.

Pero una cosa es llamar desde un escritorio durante un programa radial para resolver algo puntual y otra cosa es sentarse en la oficina del Palacio de la Aduana para administrar una urbe de un millón de habitantes con una gran exclusión social. Esa administración es mucho más difícil cuando hay una tradición clientelista y un sector privado ausente.

Se pueden suspender alcaldes pero la crisis de liderazgo seguirá mientras no se consolide un grupo de cartageneros que vea más allá del frente de su casa. La ciudad requiere un liderazgo sólido y transparente para planear a largo plazo, con unas políticas redistributivas que ayuden a superar el rezago y la exclusión social.  

jbonetmo@banrep.gov.co

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