Transcurrían los albores de 1988, aún no alcanzaba la mayoría de edad, cuando los racistas me obligaban, como a otros y otras afrodescendientes a buscar estrategias para fortalecer lo que el maestro Manuel Zapata Olivella denominó nuestra negritud, nos vimos precisados a reunirnos cada ocho días alrededor de la biografía de Marting Luther King Jr, Malcolm X, Nelson Mandela, Steven Biko y Miriam Makeba, buscando referentes que nos dieran fuerzas y alimentaran nuestra herencia de resistencia y orgullo étnico.
Recuerdo la sensación algo extraña que colmaba nuestro ser y nos motivaba a organizar jornada de capacitación inicialmente en el barrio Nariño, en San Francisco, en Palenque y casi sin darnos cuenta en el conjunto de la región Caribe, de ahí, bebimos los elementos necesarios para participar de la dinámica nacional que logró el Artículo Transitorio 55 en la Constitución del 1991, con este, la Ley 70 de 1993 y formar el Proceso de Comunidades Negras PCN.
Esa misma sensación, ya no tan extraña, más bien familiar, me volvió a inundar al observar a Francia Elena Márquez Mina abriendo las puertas de África, irrumpiendo con todo su liderazgo y ternura en terrenos que la diplomacia colombiana había vedado, quitándonos la venda y ampliando nuestros horizontes motivándonos para ir más allá del barrio, del corregimiento y de nuestra propia región para atrevernos a ver el mundo.
Al verla moverse por Johannesburgo, Pretoria, Nairobi, Addis Ababa, reestableciendo la naturaleza de nuestras relaciones ancestrales, con presidentas, vicepresidentas líderes y lideresas ambientalistas, dando cátedra de dignidad con hechos, acciones, discursos y llamado, me inundó la misma emoción que nos regocijaba a finales de la década del ochenta, esta vez, no estaba en el libro ni solo en las noticias, está ahí entre nosotros, haciendo historia.
Francia Márquez enarbola y representa la esperanza de miles de afrodescendientes, de miles de mujeres y jóvenes, así como también de miles de ambientalistas, de miles de los nadie, su convicción tiene la misma fuerza que le permite afrontar con entereza los insultos y atropellos racistas, esos mismos que seguramente tuvieron que afrontar los líderes y lideresas cimarronas durante la colonia, solo que cambiaron el látigo y los castigos crueles e inhumanos, por el matoneo mediático.
Hoy gracias a su convicción y sobre todo a su entereza visionaria, estamos restituyendo el valor restado a África en colegios, universidades, en la vida política y diplomática, en los medios de comunicación, poniéndonos frente a un océano de oportunidades para jóvenes de estudiar en África, para hacer estudios posgraduales, movilidad de docentes, la inversión de empresarios y empresarias, hacer turismo, pero sobre todo de adentrarnos en el conocimiento profundo de nuestra ancestralidad gracias a la diplomacia de la dignidad.
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