El presidente de la Junta de Acción Comunal del sector 3 de junio, en el barrio Nelson Mandela, José Luis García, fue vilmente asesinado, él, creyó, como muchos de nosotros que las normas constitucionales, que ordenan proteger la inviolabilidad del derecho a la vida y a las autoridades salvaguardarlos, era una realidad, por eso, pese a los riesgos de su altruista y humástica labor, prosiguió, encontrando la muerte.
José Luis García, como muchos ciudadanos, tal vez, no se percató que la seguridad en nuestro país es selectiva y excluyente, porque en muchos casos, está reservada para algunos personajes, que he llamado, ratas de cuello blanco, corresponsables del actual estado de cosas.
La inseguridad en Cartagena no tiene hora, ni día, es amenaza en el territorio, en los sectores populares , es mortalmente habitual, objeto del sensacionalismo informativo, pero, ni aún así, ha logrado sensibilizar a las autoridades.
La indiferencia estatal, considera a los ciudadanos de a pie, los don nadie, los ninguneados, seres, que parece, no mereceríamos de parte de ellos, acciones preventivas protectoras, de la vida, de la integridad personal, y de la propiedad. Esto, por cuanto, el comportamiento del Estado, es negligentemente tardió, cuando llega, si es que llega, aparece a realizar el levantamiento del cadáver. Entonces, los criminales, han consumado sus propósitos.
La inseguridad es el resultado de múltiples causas, ausencia de Estado, pobreza, falta de oportunidades, destrucción y disfuncionalidad familiar, pérdida de valores morales, por ello, la delincuencia común, la delincuencia organizada, el sicariato, el hurto, raponazo, y la intolerancia social, son fenómenos persistentes, aumentan geométricamente, porque no hay políticas eficaces. Estamos en manos del hampa, de la ley del sálvese quíen pueda, si es que se puede.
Esta, ha sido la realidad que a diario se vive en la ciudad de Cartagena, en donde sus autoridades, ante el avance del crimen, suelen acudir a hipócritas discursos, detrás de los cuales, intentan esconder sus inconmovibles incompetencias.
La muerte del líder comunal, José Luis García, como era obvio, activó las voces naturales de las lamentaciones burocráticas, que de seguro, me imagino acudirán al mediático y bullicioso expediente de los consejos de seguridad, estos también ineficaces.
Con todo el fenómeno es superable, requiere de un proceso, de políticas integrales, pero también medidas extraordinarias, como la declaratoria de los estados de excepción, para proferir medidas excepcionales de policía. Ahora, en el entretanto, es necesario fortalecer la inteligencia judicial, desarmar a los delincuentes, hacer la presencia policiva, patrullajes permanentes, controles múltiples, entre otras acciones.
La seguridad de Cartagena necesita de medidas urgentes, de un gran liderazgo estratégico, que vinculen a la sociedad, a los gremios económicos, al empresariado, a las organizaciones sociales todas, y a la institucionalidad en su conjunto.
La seguridad integral, debería invadir la agenda pública, ello, significaría, la creación de “una gama de condiciones en las cuales la supervivencia, los medios de subsistencia y la dignidad de las personas, en particular de las más vulnerables, incluyan la promoción de sistemas políticos, sociales, económicos, ambientales, militares y culturales que juntos, proporcionen a las personas los elementos básicos para alcanzar la paz, el desarrollo y el progreso humano”, afirma la ONU.
ADENDA. Respaldo a la comunidad de La Troncal por la defensa de los bienes públicos, y al alcalde encargado, Sergio Londoño Zurek, por la defensa del bien comunitario.
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