Columna


La gala del arroz

SALVATORE BASILE FERRARA

24 de mayo de 2023 12:00 AM

Nací el 18 de mayo de 1940, pocas semanas antes del discurso multitudinario de Benito Mussolini declarando guerra a Inglaterra y Francia, con un discurso alucinado frente a la multitud que atiborraba la mítica Piazza Venecia in Roma, 10 de junio de 1940: “Luchadores de tierra, mar y aire. ¡Camisas negras de la revolución y las legiones! ¡Hombres y mujeres de Italia, del Imperio y del reino de Albania! ¡Escuchen! Una hora marcada por el destino late en el cielo de nuestra patria (fuertes aplausos). La hora de las decisiones irrevocables. La declaración de guerra ya ha sido entregada (vítores, gritos muy fuertes de “¡guerra! ¡guerra!”) a los embajadores de Gran Bretaña y Francia. Salimos al campo contra las democracias plutócratas y reaccionarias de Occidente... Era el comienzo de la Segunda Guerra Mundial y para los que nacimos en esta época comenzó una era de vacas flacas que duró 6 años. Por primera vez en mi vida comí algo sólido el 20 de septiembre de 1944. Estábamos en casa de mi tía Concita del Prete, en la dilapidada Nápoli. Seiscientos bombardeos habían logrado la fuga de los alemanes, nuestros nuevos enemigos; mientras tanto, nuestros nuevos amigos, los gringos de Eisenhower, vomitaban toneladas de bombas para abrirse camino en su avanzada hacia Berlín.

No se cultivaba para comestibles y los pocos agricultores que lograban una cosecha se volvían ricos con el mercado negro. Mi mamá, que era la única obstétrica operante, a veces llegaba a la casa con un puñado de granos que se hervían sin sal ni aceites y fue solo cuando llegaron las tropas americanas que comenzamos a comer sopa en polvo, carne spam en lata, café suricato, chocolates y chewing gum hasta la implementación del plan Marshall que ayudó a la reconstrucción de un país destruido. Clásico norteamericano, primero destruyen para después construir, mejor reconstruir un país destruido. Ustedes dirán para qué tanto preámbulo. Nuestra fundación Corazón Contento maneja directamente un comedor social que ofrece 1.000 almuerzos semanales, además colabora con los hijos de María, otro comedor en Villa Hermosa en el barrio Nelson Mandela, que son otros 600 almuerzos y abrazando esperanza otros 400 por una suma de 2000 almuerzos que a cien gramos por porción lleva a una necesidad de 200 kilos de arroz semanales, 800 kilos al mes, por eso mi estrés de arroz, afortunadamente tengo, tenemos con el indio cantidades de amigos que nos permiten cumplir esta labor titánica ya que es solo una labor de la sociedad civil; en 4 años no hemos tenido ayuda consistente sino pequeños aportes para apenitas lograr llenar estos miles de platos y una espléndida idea de Munir Fala Isa, presidente de Cine Colombia y amigo, es realizar una presentación en los Cine Colombia de Bocagrande y cobrar no dinero, sino arroz, tres kilos por boleta y armar una montaña de arroz en el atrio del cine. Así que espere el programa de la Gala del Arroz, pronto sabrán cómo ayudar.

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