Columna


La leyenda negra

ENRIQUE DEL RÍO GONZÁLEZ

04 de agosto de 2020 12:00 AM

Hace varios años leí atentamente un impecable artículo elaborado por el maestro Rafael Ballesta Morales, denominado “La leyenda negra de los abogados”. Como lo sugiere el título, se refería a la tradición de la mala fama que nos ha perseguido desde tiempos inmemoriales. No creo que exista una profesión más vilipendiada, a pesar de que los problemas éticos son transversales y tienen estrecha relación con todos los oficios, profesiones y, en general, con la conducta humana.

No me es posible negar, que a veces, la leyenda acierta, y ello, ha provocado la prevención excesiva cuando se recurre al jurista. Para mitigar la reputación negativa se requiere trabajo individual. Siempre hay que demostrar con hechos que nuestra conducta es adecuada y que hemos sido formados con un alto contenido en valores humanos desde la familia y las aulas universitarias.

El ejercicio de la abogacía no es fácil, en ocasiones implica una pugna permanente con la contraparte, el juez y hasta el representado. Pero surge un desafío mayor, el que se deriva del odio que algunos intolerantes no sólo sienten, sino que peligrosamente manifiestan con ataques mediáticos, físicos y la estigmatización, por el hecho de identificarnos con el cliente o con la causa que representamos.

En el marco del octavo congreso de las Naciones Unidas de 1990 se adoptaron los principios básicos sobre la función de los togados y se insta a los Estados miembros en su tarea de promover y garantizar la función adecuada de los juristas. Justamente, una de las conquistas más importantes fue “Los abogados no serán identificados con sus clientes, ni con las causas de sus clientes, como consecuencia del desempeño de sus funciones”. Sin embargo, a diario advertimos la forma de transmitirse, cual agresivo virus, el rencor que puede inspirar el representado o su caso, hacia el togado.

En el contexto internacional, sucedió recientemente con el litigante Baltasar Garzón, al asumir la representación del colombiano Alex Saad por su detención en Cabo Verde, lluvia de críticas y ataques le cayeron al relacionarlo con el cuestionado régimen venezolano, incluso, fue comparado con el fallecido Jacques Vergès conocido como el abogado del diablo por la defensa de famosos criminales, algunos asociados con el régimen Nazi.

En Colombia es cada día más habitual la arremetida contra los letrados, sobre todo en los casos de impacto mediático. Ante la evidente polarización, la presencia del profesional que cumple su función levantará la animadversión que habrá heredado de su asistido. En verdad no somos populares, nos quieren poco y nos odian mucho, olvidando que no existe decisión justa sin la presencia de un defensor. Por eso estoy con Kenneth G. Eade cuando afirma: “A algunas personas no les gustan los abogados, hasta que los necesitan”.

*Abogado.

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