¿Sabía usted que mentir resulta beneficioso? Siempre se nos ha enseñado que mentir no está bien, pero, si las mentiras son malas, ¿por qué hay tantas personas que mienten diariamente? ¿Es posible que las relaciones humanas estén basadas, en el fondo, en hábiles mentiras? El arte de mentir, Kazuo Sakai Nakana Ide, 1999.
Con los preludios electorales en Colombia, pareciese que todo en el ambiente se impregnara de un humo oscuro, llamado mentira, que tarde que temprano termina transformándose en el hollín de la traición. En la obra el Rey Lear, de William Shakespeare, se posesiona a la mentira como un tema fundamental y una herramienta muy usual para conseguir lo que se quiere, manifestándose esta, a manera de traiciones.
Desde la antigüedad la mentira fue en la mitología griega un divertimento divino. Los inmortales dioses se engañaban entre ellos, pero, sobre todo, a pesar de su divinidad y poder sobrehumano, mentían a los hombres constantemente. Tomaban formas de animales para arrebatar o seducir a mujeres, además tentaban a los hombres ofreciéndoles capacidades que luego no daban. Pareciera que los dioses utilizaban esos poderes para dominar a los mortales no con fuerza, pero sí con mentiras.
No obstante, lo anterior y en honor a la verdad, nunca antes como en el siglo XXI, se le han hecho tanta venia y aceptación a la mentira como a la traición, afincándose como antivalores humanos que desafortunadamente se aprenden en el seno de la familia: “Los niños no mienten instintivamente, pero aprenden a mentir”.
Aquellos que son desenmascarados como hipócritas tambalean en un instante en el terreno de la inferioridad moral, que los encadenan constantemente en su triste tarea de ocultar sus realidades. Tanto las mentiras como la falsedad tienen fecha de caducidad. Traicionar a las personas que nos quieren es uno de los actos más odiosos que puede llevar a cabo el ser humano. Una persona traicionada es más que una persona dolida. Se queda sin brújula, sin norte, sintiendo una angustiosa confusión.
De acuerdo con su significado, la hipocresía “es el deseo de esconder de los demás, los motivos reales o sentimientos”. Es decir, el hipócrita es alguien que esconde sus intenciones y su verdadera personalidad. Vivimos en una sociedad en la que estamos rodeados de hipócritas y de falsos, nos guste o no reconocerlo. No cabe duda de que al hipócrita le encanta unirse con muchos más falsos a su alrededor: son cofradías perversas que se camuflan hábilmente en ambientes de trabajo, estudio y en la sociedad en general, causando mucho daño. Pero esta estirpe vil no es más que una manada de esclavos de sus propias miserias, ya que como algún día lo expresara el Nazareno: “Solo la verdad os hará libres”, Juan 8:31-38.
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