Columna


La novena de Beethoven (1)

“Mozart al retirase del salón, comentó a un grupo de cortesanos: ‘No pierdan de vista a ese muchacho, algún día el mundo entero hablará de él’”.

DARÍO MORÓN DÍAZ

22 de junio de 2019 12:00 AM

El 7 de mayo de 1824 en Viena, Ludwig van Beethoven estuvo al frente de la orquesta sinfónica, pero ya estaba completamente sordo. La Novena fue su última sinfonía, la comenzó a escribir en 1818. La Novena Sinfonía es conocida como la Coral. Consta de cuatro movimientos y una doble fuga que une los versos de Friedrich Schiller: “Oda a la alegría”: “Dejadme abrazaros, millones”. Beethoven invierte el texto de Schiller: Hija del Elíseo, alegría, hermosa luz divina. La Coral de la Novena merece el calificativo de “Sublime”.

Beethoven tuvo varios maestros, el más importante fue Christian G. Neefe, que fue quien más influyó en su estructura musical y predijo su genialidad musical. Beethoven hizo parte de una orquesta que dirigía Neefe; en la que tocaba la clave, el órgano, el violín y la viola. Neefe escribió sobre Beethoven: “Este es un genio que merece apoyo y debe dársele la posibilidad de viajar. Será un segundo Mozart, si persevera en el camino comenzado”. Neefe no solamente fue su guía musical sino también tutor en otras disciplinas: la lectura de Shakespeare, Schiller y Goethe.

Así mismo, Joseph Haydn le envió una carta del siguiente tenor, después de escuchar sus primeras obras: “Tiene usted mucho talento y progresará más en el futuro. Posee una gran inspiración y no sacrificará jamás un bello pensamiento a una regla tiránica, lo cual me parece razonable; pero jamás sacrificará las reglas a sus fantasías, pues me parece que usted es un hombre que tiene varias cabezas, varios corazones, varias almas. Creo que se descubrirá siempre en sus obras algo inesperado, insólito, sombrío porque usted mismo es un poco sombrío y extraño y el estilo del músico revela siempre al hombre”.

Beethoven fue autodidacta, tenía un fino sentido para seleccionar a sus maestros. Durante toda su vida soñó con llevar al pentagrama grandes temas de la literatura: Macbeth, Fausto, Bruto. A Goethe lo homenajeó con la música de Egmont. La obertura Coriolano fue inspirada en Shakespeare.

En Viena el joven Beethoven se encontró con Wolfgang A. Mozart y aprovechó para solicitarle un tema para improvisarlo al piano. Mozart accedió y después de escuchar la interpretación de Beethoven quedó asombrado ante la fuerza, la extraordinaria capacidad inventiva y el perfecto dominio interpretativo que mostró el joven pianista. Mozart al retirase del salón, comentó a un grupo de cortesanos: “No pierdan de vista a ese muchacho, algún día el mundo entero hablará de él”.

Beethoven fue amigo de Goethe, admiró a Lord Byron y a Honorato de Balzac.

COLETILLA –Fragmento: La Novena Sinfonía en re menor. Op.125

(1) Moron D. Dario. “Humanismo Medicina y Opinión”-: La muerte de Beethoven”, Pág. 86-106.

*Exdirector de El Universal. Académico de Medicina e Historia.

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