Columna


La nueva incertidumbre

RUBÉN DARÍO ÁLVAREZ P.

23 de enero de 2021 12:00 AM

Antes de la pandemia, proliferaron los estudios de universidades prestigiosas sobre la angustia y la ansiedad. Hoy, luego de la finalización de 2020, se sabe que más de un tercio de la población padecía ansiedad de moderada a severa, lo que ha crecido junto con las causas del “gran miedo”.

En medio de esta rara y nueva cotidianidad en la que estamos (imposición de la virtualidad, encierro, poco contacto social y otras zozobras) sin duda ha aumentado la ansiedad en millones de individuos. Y este padecimiento sí que no ve diferencias de credo político o religioso.

No es mentira que los ciudadanos de cientos de países descreen de sus gobiernos, y esa incertidumbre genera mayor desasosiego. Al lado de la rabia que da el hecho de que casi todos los gobiernos mienten abiertamente con contenidos difundidos en los medios masivos (esos multiplicadores de la pasividad), vemos –ya sin asombro– que proliferan gobiernos que son a la larga dictaduras sibilinas que mastican las libertades individuales.

Por otro lado, el pasado año nos entregó, entre muchas certezas, una que es clara desde hace mucho tiempo: los gobiernos no trabajan para sus gentes. Si hay alguno que lo haga, está muy lejos de nuestros lares. Y lo peor es que constatamos que esos gobiernos vienen con toda a defender capitales.

Mientras tanto, la gran población, indefensa ante la pandemia, no tiene más opción que depender de un sistema de salud socavado por décadas por los socios corruptos de los gobiernos sucesivos. Parece que estuviéramos en los tiempos de la tribulación de los cuales habla la Biblia.

En medio de la incertidumbre, los expertos avisan sobre el gran peligro que nos viene ahora: un mar de millones de personas ansiosas. Es una peste generada por el estado prolongado de insatisfacción. Con el tiempo la ansiedad es la semilla de otro mal terrible: la depresión. Y es sin dudas la ausencia de control. Ese control no puede tenerse en medio de esta intempestiva nueva normalidad. Mientras tanto, las noticias nos borran toda esperanza.

Lo curioso es que, también antes de la pandemia, se soñaba con que algún día se estableciera algún control sobre el caos social, manifestado en el quebrantamiento de las normas, el irrespeto hacia el otro y, entre otras cosas, la desconsideración contra el medioambiente. Dicho de otra manera, se evocaba el milenio de paz por el que tanto han cantado los poetas.

Ahora nos toca empezar de nuevo. Comenzar a buscar nuevas certezas, a aspirar a una nueva forma de crecer al lado de las incertidumbres. Crecer a pesar de todo, aspirar a que las cosas mejorarán.

*Escritor.

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