Fue en una finca donde escuché que con una planta trepadora, conocida popularmente como “pajarita” o “cagalita de pájaro”, se puede hacer un remedio para curar el alcoholismo y la drogadicción.
Años después, aquí en Cartagena, volví a escucharlo, pero mentiría si digo que he visto a alguien preparando ese remedio y salvando a enfermos de alcohol o estupefacientes.
Aun así, creía que una planta como esa debía ser sometida a un cuidado especial por parte de las autoridades de la salud, dadas las implicaciones que tendría sobre dos de los flagelos más fuertes que azotan al país.
Pero pasado el tiempo, el colega Óscar Castillo Castro volvió a recordarme el nombre de la pajarita de una manera no muy grata que digamos: esta vez no se habló de ella para exaltar sus supuestas propiedades curativas, sino por su terrible actuación en eso de aprisionar los árboles hasta dejarlos completamente resecos y con un aspecto fantasmagórico, que hasta asombra por su carcoma lenta, pero letal.
Más allá de sus presuntos beneficios sobre la salud humana, la tal pajarita es una planta parásita que se alimenta del agua y de las sales minerales de los árboles; y en estos momentos está regada por casi toda Cartagena, sin que las autoridades ambientales se dignen a mover un dedo para erradicarla.
Precisamente en los días en que Castillo Castro escribió su artículo, el EPA Cartagena, la Umata y Cardique comenzaron a tirarse la pelota, ya que supuestamente la erradicación que se estaba necesitando no hacía parte de sus funciones, teniendo que intervenir el Ministerio del Medio Ambiente para decirles, específicamente a los del EPA, que no se hicieran los locos, puesto que el control de la pajarita era un asunto netamente de su resorte.
Pero tal parece que les entró por un oído y les salió por el otro, porque la pajarita sigue campante, emitiendo su trino siniestro en las propias narices de los funcionarios, y sobre las copas de los almendros, los robles, los campanos y todos los árboles que le den la oportunidad de resecarlos, sin importarle que Cartagena sea cada vez más pavimentada y más calurosa que el infierno.
Esa indiferencia oficial no debería extrañarnos en una ciudad como esta, donde asuntos como la cultura, la educación y el medio ambiente son platos de segunda mesa, dado que sus resultados se ven a largo y plazo, y casi nunca con el inmediatismo monetario que exige el averno de la corrupción.
Si lo vemos bien, en la erradicación de la pajarita, y de todo lo que le haga daño al medio ambiente, deberían involucrarse tanto el Gobierno distrital como el departamental, porque se trata de la salud ecológica de una de las zonas más importantes del país. Pero todo se lo dejan al EPA, un engendro politiquero que no se sabe en qué se gasta el presupuesto, porque si hablamos de protección al medio ambiente es precisamente en eso donde menos se ocupa.
*Periodista
ralvarez@eluniversal.com.co
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