Columna


La personería y el concurso para reinas

JESÚS OLIVERO

10 de marzo de 2017 12:00 AM

La personería es una de las instituciones más respetables por sus nobles funciones, que incluyen proteger, promover y divulgar el ejercicio pleno de los derechos humanos, y defender el interés general, entre otras tareas excepcionales para formar una sociedad justa y equitativa. Por lo anterior, llama la atención la defensa de esta entidad, para declarar otro día cívico en la ciudad, durante una de las actividades del Concurso Nacional de Belleza (CNB).

Aunque es loable que la Personería vele por la recreación, no es presentable actuar en beneficio de una actividad económica particular. El llamado CNBusó por décadas las Fiestas de la independencia como casco de tortuga para arrastrar el lastre de una actividad manejada por una familia, y que además de circo, hoteles llenos y millonarias ventas de bebidas alcohólicas, poco contribuye a la situación social de la gente, más allá de fugaces ventas ambulantes. 

Todos esperan ver a la personería exponiendo sus opiniones sobre la ciudad, bregando por mejores oportunidades y haciendo sentir la voz popular, por encima de los gritos que atizan a todos para subir el volumen de la radio. Extraordinario sería verla buscar alternativas decentes para los mendigos que viven en calles, caños y hasta en las afueras del hospital Universitario; promoviendo que todos los pisos del mejor centro asistencial regional vuelvan a tener vida; exigiendo que los niños reciban mejores alimentos y menos contaminación auditiva; y obligando a que los remolques y buses viejos no nos contaminen, entre tantas otras acciones necesarias para minimizar la inequidad macabra que nos destruye como sociedad. Saber que peleamos el primer lugar de desigualdad en el país debe encender alertas para empezar a trabajar por el bien público, no el de particulares.

No existe razón moral, técnica o económica para que los cartageneros hagan tumulto en una actividad privada los requiere para mostrar su popularidad televisiva, pero que no tuvo tapujo para montar otro certamen cuando las condiciones internacionales cambiaron. Si ese concurso desistió de las Fiestas de la independencia, replicar al menos una de las actividades en fecha distinta está fuera de contexto. ¿Hay algún cálculo de las pérdidas por actividades comerciales, académicas o administrativas de un día cívico? Lo dudo. La personería debería preguntarse: ¿cuánto le queda al Distrito de las utilidades millonarias del evento y cuánto se invierte en educación o salud? Cuando la ley del embudo se invierta y los pudientes de traje blanco piensen en los de abajo con fines diferentes al lucro, brindarles espacio en los juegos del hambre no será el objetivo, sino que darles posibilidades para salir de la pobreza será la prioridad.


 

 


 

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