Columna


La rebelión

Mi voto a la Alcaldía no fue por William Dau, pero reconozco la valentía con que enfrentó con nombre propio a la corrupción, y anhelo de que este sea el inicio de la gran transformación”.

DIANA MARTÍNEZ BERROCAL

29 de octubre de 2019 12:00 AM

La democracia es el único régimen político en el que la culpa de lo que pasa la tienen los ciudadanos. Y yo creo que en este proceso electoral hubo un clic en la mentalidad de los cartageneros, porque de una u otra manera comenzamos a cambiar esa narrativa de que somos unas víctimas secuestradas por las maquinarias políticas, donde nuestra única opción era sentarnos a rezar para que la divina providencia nos hiciera el milagrito... Ahora entendimos que somos una fuerza más grande con la capacidad de incidir en las decisiones políticas, pero aún más, con la capacidad de transformar esas realidades políticas.

Y este no fue un paso menor... porque nuestra realidad es una construcción de nuestro inconsciente colectivo. Lo que quiere decir, que nuestros pensamientos definen nuestro entorno; y esa ha sido nuestra primera forma de cautiverio: la mental.

Desde su fundación, Cartagena ha estado marcada por la opresión: resistió la crueldad del sitio de Murillo. Soportó los abusos y el maltrato del dominio español. Luchó contra el saqueo de piratas y corsarios. Y casi 500 años después, seguimos azotados por una exacerbada y cínica corrupción que se han valido del hambre y la ignorancia para tomarse el poder y saquear nuestro presupuesto.

Por eso nuestra autoestima como ciudad es muy baja, no nos sentimos dignos de merecer otra suerte, porque esa ha sido la única forma de mandato que hemos conocido. Los cartageneros hemos creído que nuestro pasado es también nuestro futuro; por eso creo que la lectura de lo que sucedió en las urnas este domingo es muy importante, porque gritamos: ¡Ya basta! y comenzamos a tomar conciencia de que somos libres, de que somos más grandes y poderosos que ellos. Por eso Hamilton decía que el pueblo era todo aquel ciudadano libre, aquel que no dependía de nadie.

Algunos pueden ver el vaso medio vacío, pero yo lo veo así: pasamos del 23% de participación en las últimas elecciones, al 55%. Por primera vez el dinero no define la elección de un alcalde de Cartagena. El voto en blanco obtuvo un histórico resultado de 61.250 votos para la Alcaldía y 199.282 para la Gobernación (qué gran mensaje). Y las maquinarias políticas fueron derrotadas en la forma más legítima de democracia. Mi voto a la Alcaldía no fue por William Dau, pero reconozco la valentía con que enfrentó con nombre propio a la corrupción, y anhelo de que este sea el inicio de la gran transformación que todos esperamos.

Sé que también hay incertidumbre sobre la hoja de ruta que guiará su gestión, por ello esperamos que él sepa aprovechar esta oportunidad histórica que le ha confiado la ciudadanía y logre devolvernos a los cartageneros no solo la gobernabilidad, sino también el orgullo y el sentido de pertenencia por esta ciudad. Alcalde, usted ha dicho: “No los defraudaré”, confiamos en que así sea, porque Cartagena no resiste más otra frustración.

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