Columna


La reforma

MIGUEL YANCES PEÑA

19 de abril de 2021 12:00 AM

Que el gobierno necesite más dinero, entre otras porque mal gastó atemorizado por la poco creíble información global, no justifica que se lo arrebate a los ciudadanos sin antes hacer el mayor esfuerzo por reducir el gasto, el tamaño del Estado y la corrupción. Y en esa dirección nada se ha hecho, o en poco se detuvo la exposición del ministro.

Un gran resumen de lo propuesto por este consistió en mostrar el déficit, y cómo se repondrá; el daño que se causó a las personas y a las empresas, y cómo se compensará; qué subsidios monetarios se entregarán, ahora de manera permanente, y cómo se obtendrán; y cómo se piensa financiar la economía naranja y proteger el medio ambiente.

Más de $17 billones provendrán de las personas naturales (sin incluir IVA), y subsidiarían a más de 19 millones de colombianos (casi el 40%) que viven en la pobreza y en la pobreza extrema, según el informe. Gravar la renta producto del salario no es justo, porque no hay tal, todo se consume, y se grava el consumo. Las pensiones, menos, porque es la consecuencia justa, legal y obligatoria de haber ahorrado durante toda una vida para no ser una carga para el fisco. No es justo que ahora sea el fisco una carga para estas. Además, porque también pagan impuesto al consumo; de forma perenne, por los no consumibles (inmuebles y vehículos, entre otros); y porque las más altas contribuyen en solidaridad con los que no la lograron, y con el régimen subsidiado en salud.

Respecto a estas últimas, se podría proceder de dos maneras no excluyentes: la primera, equipararlas al concepto de dividendo, que es más racional y está exento por debajo de 300 UVT; y la segunda, deducir del impuesto lo que se pague en servicio doméstico y atención personal, que en esa población aparecen como un nuevo gasto. El gobierno que idee los mecanismos de verificación y las sanciones.

Desde hace algún tiempo se viene enfrentando el discurso populista de la izquierda, otorgando lo que esta promete, a costa de incumplir lo prometido y destruir lo más sagrado del sistema económico que nos rige, que es la autogestión económica y el libre mercado. Las consecuencias podrían ser muy graves e irreversibles: se aumentaría el ocio y la pereza; en consecuencia, el costo de la mano de obra no calificada con impacto sobre el índice de empleo; también el consumo de cerveza, la irresponsabilidad y el índice de natalidad. En un círculo vicioso crecería la carga tributaria y la pobreza, hasta que no haya otra salida que la de expropiar los bienes de producción de riqueza con la inevitable fuga de capitales. Esa ha sido la génesis y la etiología de los regímenes comunistas.

Algo habrá que idear para que los gobernantes cumplan lo que prometen en campaña, porque de la farándula se ha pasado a una competencia de mentirosos, que gana quien sepa inventar más y mentir mejor.

*Ing. Electrónico, MBA.

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