Columna


La tumbamos o nos tumban

JESÚS OLIVERO

06 de abril de 2018 12:00 AM

Muchos cartageneros honestos y trabajadores invirtieron en Aquarela, quizá nunca vieron los escándalos mediáticos por los diferentes edificios que han querido erigirse cerca al San Felipe, o quizás pensaron que estaba por fuera de lo prohibido y vieron allí una inversión. Pero ellos son las víctimas de la avalancha corrupcionista que avanza sobre todos los que habitamos en esta tierra de esclavitud y colonialismo perpetuo. 

La llegada del alcalde transitorio al corral no significó nada de nada en los destinos de esta ciudad. Uno pensaría que con el apoyo teórico del presidente, al cual por supuesto, tampoco le importa cinco lo que aquí ocurra, el personaje movería al menos las piedras para que el río sonara. No ha sido así, la inseguridad brutal, la pérdida del manglar, los incendios y la destrucción de La Popa, el mercado Santa Rita sin abrir, las montañas de basura, y el desorden urbano, no justificaron esfuerzo alguno para cambiar las cosas. Por supuesto, tampoco apareció la voz diciendo, primero Cartagena, después Aquarela, debemos tumbarla o nos tumban.

Nos tumbarán los mismos de siempre, los que reciben las coimas por las construcciones, los que enmascararon escenarios jurídicos para otorgar licencias imposibles con cháchara de admisibles, los cuidanderos de la gallinita de los huevos de oro que pudieron alborotar el avispero para proteger el patrimonio, y hasta los constructores que dicen tener todo en regla, pero que sabían los riesgos, por mencionar apenas algunos.

Habrá que asumir los costos, pagar la corrupción de los que se vendieron, empeñarnos como lo hemos hecho por otras obras fuera del mapa, pero esta decisión debemos tomarla. Aquarela no puede seguir, y basta ya de cierres paupérrimos por colores inadecuados de la bandera izada en la torre y tonterías de esas. La decisión de demoler debe ser tomada con premura y contundencia. Si no ocurre, empezará un nuevo capítulo en la historia de Cartagena, aquel en el que ya no nos importa lo que suceda, será la época de la desesperanza, de la dejadez y el caos. Veo el ‘megatsunami’ acercarse con fuerza. 

Lancemos el salvavidas de la deferencia y la dignidad ciudadana, iniciemos la reconstrucción mental con la cual nos demos la oportunidad de cambiar el futuro. Si detenemos la construcción del Aquarela, podremos iniciar una reconstrucción social que mueva a los corruptos hacia la guardería con barrotes de acero, será darnos un nuevo aire para pensar en una ciudad sostenible para nosotros mismos, los turistas, y claro, aquellos que también usarán la magia del castillo para atraer a la gente, pero cuyo nacimiento aún no ha ocurrido.

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