Luego de 52 años de guerra con las Farc, de violencia, víctimas y sufrimientos, las noticias del final del conflicto se reciben con escepticismo y hasta incredulidad. Pero las imágenes de los noticieros son irrefutables y dan una rara mezcla de emoción, alegría y aprensión.
A pie, en buses, camiones, chivas, tractores y lanchas, cientos, miles de guerrilleros, con todas sus armas y equipo marchan hacia las zonas veredales de su reinserción a la vida civil y entrega de armas. Las dimensiones de ese ejército rebelde explican por qué no era posible la derrota militar y por qué negociar era el mejor camino. Es la última marcha de las Farc, pero hacia la reconciliación y la paz.
En los videos está la prueba reina de que la guerra terminó: soldados de la patria a la vera del camino, con sus modernos fusiles y en traje de fatiga, ven pasar a los guerrilleros sin dispararles, sino saludándolos; camionetas de la policía detrás de los buses llenos de guerrilleros, escoltándolos para que lleguen sanos y salvos.
La foto en primera página de El Espectador del general Flórez, brillante y exitoso militar tropero, estrechando la mano del guerrillero con fusil al hombro, a quien combatió por tantos años, es el símbolo de la esperanza de que sí es posible reconciliarse para construir un país en paz.
Otras imágenes impresionantes: la reacción de la población civil ante la marcha guerrillera. En Ituango, Antioquia, los pobladores recibieron al frente 18 de las Farc con banderas blancas y aplausos. En Argelia, Cauca, al paso de los guerrilleros hubo pancartas, discursos, aplausos y abrazos; hasta nostalgia y agradecimiento expresaron algunos campesinos y una caravana de motos acompañó los buses y las chivas de la guerrillerada.
Es difícil para el citadino entender esto; hasta le producen rechazo pues solo conoce el conflicto por la televisión. Pero en los pueblos y veredas que lo sufrieron en carne propia las cosas se ven distintas, y los campesinos, carne de cañón del conflicto, celebran que durante los cinco meses de cese del fuego bilateral no hubo víctimas civiles, ni mortales, ni heridas.
También celebra el pueblo que el Hospital Militar no recibiera soldados heridos en combate, porque esos miles de héroes sacrificados en la guerra son los hijos de obreros y campesinos y no de quienes tanto critican el proceso de paz desde sus cómodos hogares. La bandera blanca que una niña campesina puso en la boca del fusil de un guerrillero debe representar el silencio de las armas que segaron tantas vidas.
No se puede cantar victoria, el proceso tiene enormes dificultades prácticas y logísticas, y sus enemigos están prontos a magnificarlas y a poner nuevos obstáculos.
Pero desmovilizar 6.300 guerrilleros es un enorme avance que debe culminar con la entrega de armas; se acallarán los fusiles y ojalá también las voces de quienes continuarían la guerra.
Pero en los pueblos y veredas que lo sufrieron en carne propia las cosas se ven distintas, y los campesinos, carne de cañón del conflicto, celebran (...)
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