Columna


La urbe insostenible

JESÚS OLIVERO

21 de abril de 2017 12:00 AM

Se repiten los titulares de prensa con la inequidad de la ciudad. Quienes la gobiernan y la han gobernado, explican la precaria inversión en los barrios populares por la falta de recursos, una lógica sólo posible en mentes cuyo único objetivo es el lucro de pocos. Algunos ejemplos son los impuestos pírricos para quienes habitan en el Centro; prediales de algunas industrias, por ejemplo, de tan solo un millón de pesos; y las exenciones enormes para grandes empresas, sin hablar de crear empleo. En lo tributario, la ciudad es un fiasco: el turismo, la industria, los puertos y un grupo de sus habitantes, en complicidad con los gobernantes de turno, les hacen conejo a la mayoría de la población, que hace milagros para sobrevivir.

Si el predial es determinante para generarle recursos a Cartagena, la Alcaldía y el Concejo deben cambiar la balanza ya. Cartagena no aguanta más. No tengan miedo, ya le dieron suficiente a los financistas de campañas, ya basta. Ahora lo importante es cómo remediar lo insostenible, que podría terminar en un desastre hasta para los dueños de todo. Un evento climático especial podría ser una catástrofe, no solo por el agua y el viento, sino por el saqueo, como ocurrió en New Orleans, ciudad hermana en inequidad, que nunca será la misma.

La pobreza en Cartagena, agravada por eventos que ocurrirán, como desastres en La Popa y en barrios en zonas de aludes e inundables, dejará más que noticias tristes en la prensa internacional, y quizá nos borren del mapa turístico. Está bien que los comerciantes premien a la Cámara de Comercio por su actividad en pro del desarrollo, pero ese bienestar no puede estar solo en un pequeño grupo. Deben soltar algo, no pueden llevarse todo en un barco que se hunde, ¿acaso no lo perciben? Es hora de que la Cámara piense en la ciudad y que los industriales, hoteleros y el comercio paguen impuestos. Las industrias ni los hoteles quieren pagar predial, ni gravámenes por contaminar o por usar el patrimonio turístico. Todo con la complicidad de un Concejo y alcalde sin carácter para decir: o pagan, o pagan.

Pero la industria y la hotelería son apenas dos sectores que deben aportar más, no como regalo, sino como inversión en ellos mismos. En Cartagena, la publicidad masiva, la rumba estática y móvil, los peajes, la visita a las fortificaciones, el transporte turístico y hasta los suntuosos matrimonios, deberían generar recursos visibles para el bienestar general. Pero nadie quiere comprometerse y el alcalde suele decir que necesitamos ayuda del Gobierno Nacional. Quizá, pero la sostenibilidad aquí depende en su mayoría de nosotros mismos, de instituciones con autoridad, y que pasen de cuestionar y de quejarse, a la acción; mucha de esta no requiere sino determinación y deber ciudadano.



 

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