Columna


A la vida, a mi madre

RAFAEL VERGARA NAVARRO

21 de enero de 2017 12:00 AM

Hay inevitables que asimilamos con entereza o te derrumbas, admites la fatalidad porque no tienes alternativa. Es el destino imponiéndose sobre el querer e implacable marca el fin del ciclo natural. Lo asimilas, entre otras, porque alrededor de la energía que se apaga ves múltiples llamitas; de intensidad variada, rodean vivaces la que se consume. En la espera del desenlace no solo hay tristeza, hay conformidad, esas luces dan calor y esperanza, valoras en ellas la prolongación de esa fértil vida, y agradeces. Nacieron de esa hoguera, del árbol frondoso del que somos fruto y árbol.

Pienso en los seis hijos que somos, 18 nietos, 16 bisnietos, sus 93 años, su ejemplo. 40 seres que seguirán creciendo en este terruño, esta Nación que amamos y nos tocó en suerte, el núcleo como referente que deja esta gran madre.

Viéndola en su lucha por aferrarse o desprenderse valoro la formación recibida, la hermandad a prueba de todo, los pasos recorridos cerca o lejos del puerto, de la bahía que es su casa, su corazón, su aroma y cobijo.

El instante de vida que nos presta la nada es generoso, permite seguir viviendo en el otro, el ser que procreamos, el que nos antecede y anida en ti para siempre.

Y pienso en mis últimos diálogos con ella, en sus miedos protectores por mi pasión desbordada en defensa de la vida y lo justo. La chispa de sus ojitos encendidos con las historias compartidas y la justificación de mis luchas por la gente, los manglares, las lagunas, la bahía, las ciénagas, los corales, los hijos de la creación o la evolución.

Ella quizá ya no leerá esta columna que le ofrezco, pero no me detendré en contarle que a diferencia de lo que sucede cuando nosotros partimos, en el caso de la paz y del arrecife de Varadero, sí es evitable que se siga “asesinando la vida en primavera”.

Le refrendo que sin miedos seguiré gritando a los 4 vientos que indigna que desde el Estado ‘justifiquen’ la muerte masiva de 10.000 colonias de corales, y lleguen al extremo de bendecir lo que cocinan financieros y portuarios en la hoguera de los intereses, contratos millonarios y negocios especulativos.

Lúcida hasta el final, le dije que si llegare a prosperar este despropósito de la ambición y permitimos que “legalicen” y abran un canal alterno a nuestra Bahía, matarían el árbol frondoso de la vida: pasado, presente y futuro. Morirían corales fantásticos de hasta 5 mts. de diámetro, y que longevos como ella, tienen entre 100 y 400 años.

Si pudiera le contaría que así como hasta hoy somos 40 sus descendientes, debajo de esas aguas, como andamio arrecifal, hay 48 especies de corales duros. Alegres como sus nietos y bisnietos en los inolvidables almuerzos sabatinos, habitan desprevenidos de malicias y negocios, peces multicolores, esponjas, crustáceos, moluscos y delfines.

A ella que me aceptó diferente y cuidó con su amor mi vida dedico estas luchas hasta mi último suspiro.

*Abogado ambientalista y comunicador.

rvergaran@yahoo.com

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