Columna


La vida y sus sorpresas

ROBERTO BURGOS CANTOR

04 de marzo de 2017 12:00 AM

Los sabios humanistas al situar el mundo en el corazón del ser humano, abrieron una posibilidad de comprenderlo, trazaron horizontes de virtud posibles, mostraron peligros. Hoy, sin alejarnos, aunque a veces es indispensable, del espacio por el cual transitaron formas de nuestra espiritualidad, modelos de organización política, inclinaciones culturales, espíritus científicos, órdenes de la economía, percibimos el mundo como una clamorosa expresión de la demencia. Si podemos denominar tal a algo que no logramos ver desde la razón, ni intuir desde el amor. Un despelote sin raquetas ni canchas.

Francia, con sus influyentes tradiciones de las libertades, los conceptos precisos del Código Civil que leía Stendhal; las nociones que enriquecieron el Derecho Público; la poesía y los momentos de honda revulsión, Rimbaud, Lautremont, Michaux, Char; la novela inagotable de Proust, las aventuras de Robbe-Grillet y Perec; el cine, Jules et Jim, Sin aliento, La felicidad; los pintores, Matisse, Duchamp; y la fraterna acogida del surrealismo: Aimé Cesaire; ¿qué muestra hoy?

Desmantelar el bienestar logrado con esfuerzo. Una campaña a la presidencia que no se diferencia de pleitos de comisaría. ¿Cuánto se robó usted? Y peor que la guerra de Argelia contada por Pontecorvo. La amenaza de declarar enemigo a cuantos no profesen mi fe.

¿Acaso un discurso con ideas, capaz de unir y movilizar hacia lo que algunos aún creemos que podemos ser? Pareciera que los años de convivencia con concepción liberal quedaron arrasados. El viejo monstruo de la intolerancia, el autoritarismo, la exclusión, retornaron con sus velas, sus campanas y su violencia.

Lo que nadie alcanzó a creer: Estados Unidos. El ensayo era impensable. Gobernar es igual que administrar negocios. Muchos lo creían pero lo disimulaban. El Señor del bisoñé levantará muros, abarata la vigilancia privada. Expulsará inmigrantes, para eso estarán los nuevos robots. Reducirá más los impuestos a los ricos.

A lo mejor es el primer paso del sueño: los pobres del mundo en islas sin dueño iniciarán otras maneras de vivir. Como crear riqueza en el capitalismo es compulsivo, no se parece al merengue: todo lo tuyo es para mí, todo lo mío es para ti, tata, los hacedores de dinero limpiarán sus sanitarios atascados, no sabrán qué hacer con los lingotes enmohecidos y poco a poco morirán en sus máquinas, detenidas por que no hubo alguien con la caridad de una palada de carbón para que no se apagaran.
Así la humanidad. Incorregible. Y nosotros con el acto político y moral de mayor significación en este siglo, la paz, aún bobeando con ladrones que ni siquiera saben calcular.

*Escritor

BAÚL DE MAGO

reburgosc@gmail.com

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